martes, 2 de febrero de 2010

Espejismo. Capitulo VII


Autora: Amethyst
Parejas: ZoroxLuffy
Genero: Romántico, acción, tragedia
Clasificación: R: No apto para menores de 17 años
Advertencias: Tortura
Tipo: Multichapter
Status: Finalizado


CAPITULO VII


"Aquella unión fue el símbolo más puro de su amor, una confesión en la que no solo las palabras revelaban todos sus sentimientos, sino también sus cuerpos, reflejando la devoción que sentían. Era un juramento de amor eterno, en el que un vínculo los unía. Un lazo tan poderoso que nadie podría romper ni con toda la maldad de la tierra. Nadie podría destruirlo."



Ya había estado en aquella tétrica habitación, pero anteriormente fue un simple espectador. Ahora él era la víctima. El cuarto se escondía en las profundidades de la elegante mansión, para llegar allí había que atravesar los laberínticos pasillos y no perderse en el intento era un arduo trabajo. La habitación estaba tenuemente iluminada, tal cual la recordaba. Varios candelabros colgaban de aquellas frías paredes de piedra y pudo observar con algo de miedo los instrumentos que aparecían a su alrededor. Inquieto, lanzaba miradas furtivas a ambos lados. En varias máquinas de torturas quedaban rastros de sangre y en una de ellas aun permanecía el inerte cuerpo de un pobre desgraciado. Todo el conjunto creaba un angustioso y terrorífico cuadro macabro.


Tragó saliva bastante angustiado por su situación, nunca imaginó que acabaría en aquel pequeño cuarto que tanto le había impactado desde la primera vez que lo vio. Recordó aquel momento como algo fugaz, lejano. Poco después de hacer el trato con Lein llegaron a la isla y, para su desgracia, le presentaron al capitán de la armada que gobernaba en la ciudad. Nunca le gustó desde el momento en que le vio. Su larga melena castaña era lisa, propia de un noble, no parecía de la marina o al menos esa fue su impresión. Una pequeña perilla adornaba su mentón y su porte era imponente, mostraba determinación y fuerza. Su mirada era fría, siempre se mostraba sereno. Al contrario de Lein, él nunca sonreía. Y cuando aquellos ojos se posaron en él sintió un desagradable escalofrío recorrerle la espina dorsal. Por orgullo en aquella ocasión no apartó la mirada, pero su mente le gritaba que dejase de desafiarle. El oficial no dejó de torturar a uno de sus prisioneros mientras le observaba y aquello le provocó unas terribles ganas de vomitar. Nunca había conocido a alguien tan sumamente frío.


Su actual situación no era diferente a la de aquel hombre que recordaba, permanecía atado con cadenas, dos en las muñecas que llegaban hasta el techo y otras dos en los tobillos. No le permitían demasiado movimiento y escapar no era una opción sencilla. Perdido se encontraba en sus pensamientos mientras forcejeaba con las cadenas cuando la puerta de la sala de torturas se abrió lentamente dando paso al hombre que más deseó poder evitar ver de nuevo. El oficial Mardock mantenía la vista firme al frente, con ambas manos ocultas tras la espalda. Sus pasos eran firmes y serenos, se acercó hasta Khal y le miró con sus afilados ojos marrones. Khal notó como un sudor frío recorrió su rostro, apretó con fuerza los dientes y deseó con toda su alma evitar aquella mirada fría y desafiante. Pero tal y como ocurrió la vez pasada, Calavera Negra no pudo remediarlo y le enfrentó con todo el coraje que le quedaba.


En ese momento otro hombre entró en la habitación bastante agitado, se detuvo en seco cuando vio a Mardock junto al prisionero y enseguida tomó formación para dirigirse a su superior. Khal no recordaba a aquel hombre, ahora que lo pensaba nunca vio a ningún otro miembro de la armada, solo a su líder. Se permitió observarle unos instantes, mientras un silencio incómodo se adueñaba de la habitación. Era un hombre alto, su melena era dorada y mantenía un porte similar a Mardock pero su mirada no era tan severa, era de un azul celeste que le hizo abrir una herida que nunca sanaría del todo. Eran tan parecidos a los de Kian... Un dolor intenso le atravesó el corazón en ese momento, aunque Lein ya estaba muerto su odio y dolor no cesó junto a la vida del capitán. La muerte no parecía una salida tan terrible, después de todo.


— Me han informado que han traído a un nuevo prisionero — el hombre de cabellos dorados irrumpió el silencio que reinaba en la estancia —. ¿Sabes quien es? — preguntó dirigiendo una mirada extrañada hacia el moreno.


— Un caza recompensas — la voz de Mardock sonó firme y confiada a los oídos de Khal —. Un Don Nadie.


Khal se agitó lleno de rabia intentando liberarse de las cadenas, aunque fue en vano. Mardock alzó una ceja, acercándose un paso más hacia Khal.


— ¿Entonces por qué has dado esa orden, Capitán? — preguntó el rubio intentando mantener una calma que no sentía. Khal los observó intrigado, intentando recopilar información de ambos hombres.


— Todo a su tiempo — añadió con tranquilidad mientras dirigía la mirada hacia la herida que tenía el moreno en el muslo derecho —. Se hace llamar Calavera Negra, por eso tiene ese tatuaje de tan mal gusto, pero su nombre real es Khal.


— No es nadie relevante.


— En eso te equivocas, Teniente Leynor.


Con parsimonia, Mardock destapó un pequeño bote que permanecía en una mesita cerca de allí y atrapó un puñado de sal entre sus manos. Luego miró fijamente a Calavera Negra. Khal sabía lo que pasaría a continuación y se preparó para lo peor, no dejaría escapar ningún sonido de sus labios. Apretó con fuerza los dientes y su respiración se agitó irremediablemente. Intentó apartarse de Mardock pero le fue completamente imposible. El capitán le incrustó la sal en la herida abierta, sintió la carne arder, haciéndole gritar de dolor. Sin querer un par de lágrimas escaparon rebeldes de sus ojos e intentó silenciar su grito mordiéndose con fuerza el antebrazo. Su respiración resonaba con fuerza en el húmedo cuarto y sintió como el lacerante dolor en la pierna menguaba ligeramente. Pero no desaparecía del todo.


— ¿Cuáles son tus órdenes para mi, capitán? — Leynor no parecía inmutarse por el salvaje proceder del capitán.


— Ve arriba y espera órdenes — demandó el capitán, sin apartar la mirada del moreno —. Aun queda mucha noche por delante y me apetece divertirme un poco.


— Como quiera — el rubio dio una ligera inclinación de cabeza y antes de marcharse dedicó una lúgubre mirada al muchacho que permanecía apenas de pie, atado a esas cadenas. Su sufrimiento no había hecho más que empezar.


— Ahora — prosiguió Mardock, tomando en sus manos otro puñado de sal — me dirás todo lo que quiero saber.


Khal permaneció en silencio, su respiración seguía algo temblorosa y observó como el capitán Mardock acercaba de nuevo la sal a su herida. Pero se detuvo justo ahí.


— ¿Dónde está Luffy? — su pregunta era simple y directa. Ladeó la cabeza en señal de aviso y esperó paciente la respuesta del moreno. Una respuesta que tardó en formular.


— ¿Así que de eso se trata? — aun en aquella situación no pudo evitar dejar escapar una ligera risita —. Es a él a quien quieres, ¿qué te hace pensar que yo sé donde se encuentra? — la situación no era la más indicada para mostrarse sarcástico, pero le salió sin más.


— Mmm — alzó la ceja mirando inquisitivamente al moreno —. Trabajabas para Lein, pero en cambio te vi peleando con él. No hace falta que me digas porqué, no me interesa. De igual modo, sé que sabes donde se encuentra Luffy. Y me lo vas a decir — su amenaza sonó tan imperturbable que un sudor frío recorrió la espalda de Khal, haciéndole estremecer.


— ... — mantuvo su mirada todo lo firme que pudo. Tras unos segundos que parecieron horas para él, dejó mostrar una pícara sonrisa ladeada en el rostro —. No se dónde está. Tal vez rumbo al One Piece, ya sabes como son los piratas, son totalmente impredecibles.


— Has firmado tu sentencia de muerte — acercó sin compasión la sal a la herida y Khal estuvo a punto de sucumbir por el dolor, era realmente insoportable —. Será una noche larga para ti, me temo. Pero yo haré que te lo pases muy bien — su sarcástica voz llenó por completo los oídos del moreno, destruyendo sus esperanzas de librarse de aquella pesadilla para siempre.


**********


No quiso separase de aquel abrazo, era reconfortante y perfecto. Sentía la respiración suave de Luffy en su cuello y un ligero hormigueo llegó hasta sus estómago. No pudo despertar a Luffy en cuanto éste quedó completamente dormido, se le vía realmente agotado pero las horas pasaban y decidió que era el momento de marcharse, antes de que hubiesen más problemas. Ya eran las cinco de la madrugada pero la luna aún seguía iluminada en el oscuro cielo. Giró el rostro para ver a su capitán y se sonrojó al recordar todo lo que había ocurrido hacía unas pocas horas. Le había confesado sus sentimientos, y no una vez, sino varias veces. Además, le había hecho el amor. Sintió un agradable calor inundar su cuerpo y le dio pereza separarse del cuerpo del más pequeño.


Se desperezó e intentó despertar a Luffy, aunque aquello fue un trabajo un poco difícil de realizar. Le zarandeó suavemente para despertarlo. Al fin abrió los ojos, parpadeando un par de veces. Se los frotó, aún algo perezoso y miró a Zoro instantes después.


— Rápido, debemos marcharnos — tomó a Luffy del brazo haciéndole salir de la cama, notó que el moreno se quejó en un murmullo ininteligible pero se acercó tiernamente hasta él, arropándole en un cálido abrazo. Zoro se quedó estático ante este movimiento por parte del capitán y tras unos segundos le correspondió tímidamente —. Te-tenemos que reunirnos con los demás, será mejor no hacer ruido.


Luffy no se despegó de él, pero fueron en silencio por toda la posada. Cuando salieron a la calle una fría brisa les dio la bienvenida, Zoro acercó a Luffy aun más a su cuerpo y se dirigieron calle abajo, dirección al puerto.


El paisaje era desolador, varios cuerpos se amontonaban apilados a un lado del puerto. Zoro pudo percatarse de que el navío de Lein ya no se encontraba anclado y suspiró aliviado. Se acercaron a la zona donde habían embarcado y vieron a sus compañeros sentados tranquilamente cerca de una casita de piedra, de color azul y blanco. A Luffy se le iluminó el rostro al ver de nuevo al resto de sus amigos y sin previo aviso salió corriendo a recibirles en un abrazo. Zoro no pudo evitar mostrar una sonrisa llena de felicidad, todo había terminado bien y podrían continuar su viaje.


— ¡¡Luffy!! — exclamó Usopp, lanzándose encima del moreno, lleno de júbilo.


— Jaja jaja — Luffy reía como siempre, era una imagen esperanzadora —. ¡¡He vuelto, chicos!!


— Bienvenido capitán — dijo sin más Sanji, fumando uno de sus famosos cigarros.


— ¡Que alegría tenerte de vuelta! — Chopper se agarró a la pierna de Luffy y no le soltó ni un momento, con lagrimas en los ojos.


— ¡Capitán! — Nami le dirigió una mirada llena de alegría y sonrió —. Me alegro que estés bien, cabeza hueca.


— ¡Eh! - en el fondo no se tomó en serio el insulto de la pelirroja, él sabía que le apreciaba mucho y el sentimiento era mutuo. El capitán lanzó una mirada apacible a Robin, la cual sin decir nada correspondió gustosa. Con ella no hacían falta las palabras.


— ¿No habéis tardado demasiado en volver? — eso sí, el segundo sentido de aquella "inocente" pregunta hizo que Zoro le lanzase una mirada llena de odio y vergüenza. Mientras el capitán únicamente atinó a sonrojarse hasta las orejas. La morena soltó una risita cómplice —. Ya veo.


— Maldita... — susurró Zoro bastante agitado. Tras unos segundos comenzó a mirar alrededor, echaba en falta a alguien que había sido primordial en aquel rescate tan precipitado — ¿Dónde está Khal?


— ¿Eh? — Nami le miró algo sorprendida —. Se marchó contigo, ¿no?


— Si, pero nos separamos. Yo puse a Luffy a salvo y él decidió ir tras Lein como señuelo.


— Pues nadie, aparte de vosotros, a bajado por este camino — añadió el cocinero algo perplejo.


— Además el resto de la tripulación de Lein ha huido de aquí — comentó Chopper orgulloso de aquel logro. Zoro aún no daba crédito que Calavera Negra no hubiese llegado.


— Que extraño.


— Tal vez ha decidido marcharse, después de su venganza — Usopp no sonó muy convencido, pero fue lo primero que le vino a la mente.


— Que lástima — Luffy quería agradecer a ese hombre su ayuda y le fastidiaba que no estuviese allí, con el resto de sus compañeros —. ¿Y si Lein...?


— Ni hablar — cortó tajante el espadachín. Aquello no era una opción, odiaba a ese tal Lein aunque apenas le había visto el rostro, alguien como ese no podía acabar con la vida del caza recompensas —. Khal es una persona muy fuerte, no habrá tenido problemas. Además tiene una razón muy poderosa para cumplir su venganza.


— Aun así no podemos quedarnos aquí — Sanji se veía bastante inquieto, aquel lugar era algo siniestro —. La armada podría encontrarnos, no estamos seguros aquí.


— Pero no podemos abandonarle, tenemos que encontrarle — la voz de Luffy sonó demasiado preocupada y Zoro sintió algo en su pecho. "Mal momento para sentir celos" se dijo en silencio. El moreno continuó hablando tras una breve pausa —. Al menos para saber que está bien y además, quiero darle las gracias por ayudarnos.


Nadie pudo decir nada más, pues comenzaron a oír unos pasos apresurados bajar la calle. Sin pensarlo un minuto, los siete se ocultaron tras la casita de piedra donde se encontraban, intentando observar quienes se acercaban hasta ellos. Luffy deseó que fuese Khal, pero sus sospechas fueron destruidas por otras que le infundaron cierto temor. Era una tropa de la Armada y al parecer estaban capturando a los pocos supervivientes de la tripulación de Lein, aunque muchos de ellos permanecían inconscientes. Les ataron y Zoro prestó atención a aquellos hombres. Parecían sorprendidos de ver a los piratas y eso le pareció sumamente preocupante.


— Bien, ahora llevadles a prisión — habló uno de ellos, parecía un oficial de alto rango.


— ¿De dónde habrán salido estos piratas? — preguntó otro bastante intrigado —. Además parece que han montado una buena juerga aquí.


— ¿Eso que importa? Son piratas. ¡Vamos! Tenemos que estar listos para la ejecución de mañana, a las nueve debe estar listo el patíbulo.


Los hombres se fueron alejando tras varios minutos y el grupo no se atrevió a salir de su escondite momentos después. Permanecieron en silencio, mirándose intrigados unos a otros. "¿Ejecución?" pensó Zoro, "¿A quién van a ejecutar?" Decidió salir del escondite, sin apartar la mirada hacia donde se habían dirigido esos hombres. Tuvo un mal presentimiento, rogó para que no hubiese más problemas y pudiesen marcharse de allí cuanto antes. Pero la voz de Luffy interrumpió sus pensamientos.


— ¿Van a ejecutar a alguien en el patíbulo? — observó extrañado a Zoro, pero éste mantenía la mirada perdida hacia la oscura calle.


— ¿Quién será? — preguntó Chopper algo temeroso.


— ¿Que importa? — Nami se hizo la despreocupada, ya tenían bastantes problemas —. Nosotros deberíamos irnos de aquí. Pronto esto será un hervidero de oficiales de la armada.


— Nami tiene razón, chicos — Sanji tiró el cigarrillo al suelo con pasotismo —. Nosotros ya tenemos suficientes problemas y si nos encuentran se liará una buena.


— Pero... — Luffy seguía algo asombrado, aquello no le daba buena espina —. Van a ejecutar a alguien, quiero saber de quién se trata.


— ¡Oh, no! — se lamentó Usopp con dramatismo exagerado —. Ya nos vamos a meter en más problemas. ¡Luffy! ¡Piensa un poco con esa cabeza de goma que tienes!


— Es muy probable que se trate de Lein - mencionó Robin con cierta indiferencia, observando a Zoro para ver su reacción.


— ¿Qué? — Zoro la miró algo turbado —. Si ese fuera el caso, ¿qué ha pasado con Khal?


— ¡Está decidido! — Luffy gritó tan alto que todos sus compañeros se llevaron las manos a los oídos, en acto reflejo —. Vamos averiguar de quién se trata o no podré dormir en paz Así que vamos, ¡en marcha! — Luffy se dirigió calle arriba sin mirar si sus compañeros le seguían o no.


— ¡Eh, Luffy! — gritó Zoro bastante molesto por el comportamiento infantil del muchacho —. ¡No seas tan inconsciente!


— Tendrás que aprender a domarle, Zoro — agregó sonriente la pelirroja antes de marchar calle arriba, siguiendo a Luffy de cerca.


— ¿¡De qué demonios hablas, ladrona de pacotilla!? — se sonrojó hasta la punta de las orejas, maldiciendo en su interior a aquellas dos víboras que tenía como compañeras. Las mujeres eran imposibles de entender.


***************************


Leynor se encontraba de nuevo recorriendo los interminables pasillos, dirigiéndose a la pequeña sala de torturas. Nunca se acostumbró a aquel pasatiempo de su capitán. No veía honor en la tortura, su forma de pensar era completamente diferente. Siempre que podía evitaba estar presente mientras llevaba a cabo aquellos actos macabros. Se acercó a la puerta y antes de entrar dejó escapar entre sus labios un ligero suspiro de resignación. Lo que vio en aquel poco iluminado cuarto le dejó sin habla. Intentó separar la vista de aquel cuerpo sangrante tirado en el suelo, pero sus ojos no se despegaban de él. El moreno permanecía inmóvil con el cuerpo semidesnudo, únicamente vestía el pantalón (prácticamente hecho jirones) y se podían apreciar a simple vista las múltiples heridas, quemaduras y cortes por todo su lacerado cuerpo. Pero sin duda lo que más llamó la atención del rubio fueron las profundas heridas de la espalda, creadas por fuertes latigazos marcados a fuego.


Para su asombro el cuerpo que permanecía boca abajo comenzó a moverse pesadamente, el joven intentaba levantarse a duras penas y solo consiguió alzar la mirada hacia el capitán. Sus ojos no perdían la fiereza que percibió en ellos desde la primera vez que le vio. Por un momento sintió una fuerte admiración hacia ese hombre, en su situación otra persona habría sucumbido al miedo y el dolor. Pero él no.


Leynor dirigió la vista hacia Mardock, quien permanecía sentado en una silla observando el débil cuerpo del moreno. Parecía muy concentrado como si fuese algo sumamente interesante. Tras unos minutos de silencio, se levantó sin más y con un sutil gesto de la mano, ordenó a Leynor acercarse hasta ellos. El rubio se acercó en posición firme, esperando alguna orden más de su superior, pero ésta nunca llegó. Su vista se posó de nuevo en aquel maltratado cuerpo y no pudo evitar sentir lástima por él. Al parecer era cierto, Mardock se lo había pasado en grande haciendo sufrir a ese muchacho.


— Ha sido... — la voz del capitán sonó fría y distante — ... una experiencia interesante. Me hubiera gustado utilizar en tu cuerpo a la doncella de hierro*, pero te necesito entero y vivo. Por ahora.


Khal respiraba con dificultad, su vista se volvió difusa y sintió como las fuerzas le abandonaban a cada momento, todo su cuerpo ardía de dolor. Únicamente la voluntad le impedía caer en redondo al suelo, su mirada no perdía intensidad y reflejaba toda la rabia que albergaba su corazón. Leynor no mencionó palabra alguna.


— Además, tengo algo mejor reservado para ti, Calavera Negra — su voz era imperturbable y su mirada se mantuvo serena y tranquila.


— Si es un caza recompensas ¿por qué haces todo esto, capitán? — inquirió Leynor con intriga. Él conocía los métodos de tortura de su capitán pero normalmente los utilizaba contra piratas que habían cometido actos atroces, o contra gente que atentaba contra la armada y el pueblo. Aquello no tenía sentido para él.


— Él conoce a Luffy D. Monkey — dejó escapar las palabras lentamente, mirando aquellos oscuros ojos que le desafiaban fieramente.


— ¿Cómo dices? ¿Al muchacho del sombrero de paja? — su asombro fue notorio, abrió los ojos de par en par sin dejar de observar al moreno que yacía medio tumbado en el suelo —. Eso es imposible — casi susurró.


— Te equivocas, pero no quiere decirme dónde está — en esta ocasión una leve y casi imperceptible sonrisa se dibujó en su rostro —. Y créeme que ha tenido muy buenas razones para hacerlo — dijo saboreando cada palabra.


Khal no pudo evitar apartar la mirada tras las palabras mencionadas, apretó los puños con fuerza, su cuerpo temblaba por la rabia que le inundó en ese momento y se dio cuenta que hacía mucho tiempo que no se sentía tan indefenso ante alguien como ahora. Su rostro ardía por la ira, deseó que ambos hombres no se percataran de su estado ni del sonrojo involuntario de su rostro. Recordar toda la clase de torturas y vejaciones que había sufrido en manos de ese hombre le irritaba en demasía.


— Pero te diré, querido Leynor, lo que tengo pensado hacer con él — lo dijo suficientemente alto para que su víctima también le oyese —. Hoy a las nueve de la mañana, Calavera Negra será ejecutado.


Khal abrió desmesuradamente los ojos al recibir la noticia. ¿Le quería vivo para poder ejecutarle en público? No era la muerte que deseaba tener, pero se encontraba tan cansado de todo, tan débil, que aquella idea no le pareció tan terrible. Al fin su cuerpo descansaría en paz y su mente dejaría de recordar el doloroso pasado de su vida. Sería una bendición.


— ¿Esas son tus ordenes? — preguntó Leynor un poco afligido. Nada de lo que estaba sucediendo tenía algún sentido, sin más sintió como la rabia corría por sus venas, dejándola visible en el rostro —. ¡¿Cómo puedes ordenar tal cosa sin antes hacer un juicio justo!? Por mucho que ese hombre sea un caza recompensas y conozca a ese pirata ¿crees que merece la muerte? ¿Cuál fue su crimen? — su capitán le miraba indiferente, no parecía atento a sus palabras y aquello lo enfureció aún más —. Nunca he desobedecido ninguna orden tuya ni cuestionado tus acciones, juré seguirte hasta el final, pero esto es sobrepasarse. No eres Dios para decidir que hombre debe vivir o morir, Mardock.


— Tienes razón, no soy Dios — fijó su vista en los penetrantes orbes celestes y sin ningún tipo de temor se acercó a él hasta quedar cerca de su rostro —. Soy superior a él, Leynor. Esta es mi ciudad, estas son mis leyes, este es mi juicio y yo decidiré quien debe morir o vivir.


Por una vez Leynor maldijo la quietud de aquel hombre, le estaba sacando de sus casillas. Era una decisión precipitada pero él no podía oponerse a su voluntad. Aun así, no le pareció correcto su proceder. Observó como su capitán se acercaba al malherido cuerpo del muchacho y sin ningún miramiento le apresó el rostro con su mano, obligándole a mirarle a los ojos. De nuevo aquellos oscuros ojos parecían lanzar llamas de fuego, ¿cómo podía tener tanto coraje y valor? Realmente aquel joven le inspiraba una admiración que pocas veces sintió por nadie.


— Ya he hecho correr la noticia de tu ejecución, Khal. Luffy y sus compañeros vendrán por ti y entonces, él será mío al fin.


Khal quedó inmóvil como una estatua, aquello no se lo esperó ¿era una trampa? ¿Y él era el cebo? Se odió en silencio, ese maldito hombre corrupto iba a salirse con la suya. Pero él debía evitarlo, no quería poner a Luffy y a los demás en más problemas por su culpa. Eso nunca se lo perdonaría. Por un instante deseó haber muerto mientras ese hombre le torturaba, nada de eso pasaría. No se sentía con fuerzas pero no quería permitir que un acto tan cruel ocurriese por su culpa. Apartó a Mardock de un cabezazo que le dolió horrores, el castaño no se imaginó un movimiento como ese y se levantó completamente serio sin dejar de observarle.


— ¡Luffy y su tripulación no vendrá a rescatarme! — gritó tan convincente como pudo —. Ellos no tienen nada que ver conmigo, fui yo quien secuestró a Luffy e intenté matarle. ¿Por qué iba a venir a la ejecución para salvarme? Tus planes, "capitán", se han caído por la borda.


Sin mencionar una palabra el castaño arremetió un fuerte puñetazo en el rostro del moreno, haciéndole caer nuevamente al frío suelo. Khal dejó escapar una risita, su plan estaba funcionando. Debía enfurecerle lo suficiente para que acabase con su vida antes de la ejecución, de ese modo Luffy y los demás estarían a salvo. Sin poder evitarlo comenzó a reír estrepitosamente, aquel pensamiento le hizo gracia, ¿desde cuándo se preocupó tanto por alguien que no fuese Kian? Aquellos dos le recordaban tanto a él que no supo en que momento se habían convertido en su prioridad. Estaba anteponiendo sus vidas a la suya.


Mardock enfureció al escuchar aquella risa pero no lo mostró en su rostro, sino en sus golpes. Dejó caer una lluvia de patadas en la espalda del moreno, haciéndole sangrar aun más las anteriores heridas, luego se dirigió a la cabeza pisoteándole una y otra vez hasta que sintió un poderoso brazo alejarle del cuerpo caído. Leynor le sostuvo con fuerza impidiéndole ir de nuevo hacia él. A los pocos segundos se separó del rubio, se arregló superficialmente la ropa y se dirigió a la puerta de la habitación.


— No me importa lo que digas — ahora su voz tenía un matiz diferente, arrastraba las palabras con tranquilidad pero también iban dirigidas con rencor —. Tú morirás delante de ellos y luego le llegará el turno al pirata sombrero de paja.


Sin más, el capitán Mardock se fue de allí dejando un sepulcral silencio con su marcha. Leynor comenzó a respirar con tranquilidad, su capitán tenía una fuerza bestial y era difícil detenerle cuando la empleaba al cien por cien. Si no le hubiera detenido aquel joven estaría muerto, de eso estaba seguro. Vaciló unos instantes, quiso irse de allí y descansar un poco pero algo en su subconsciente le detuvo. Sus pasos se dirigieron hacia el joven caza recompensas, el cual no se había movido desde la marcha de Mardock. Un extraño escalofrío le recorrió la espalda, tal vez ya estaba muerto. Se arrodilló junto a él y cuando rozó ligeramente el hombro del moreno, éste le apartó de un empujón, haciéndole caer al suelo.


— ¡¡Apártate de mi!! — gritó lleno de ira. Su respiración sonaba estremecida y percibió como su cuerpo sufría ligeros temblores. Khal sintió unas ganas terribles de morir en ese momento. ¿Cómo podía ser la vida tan cruel con él?


Leynor se levantó con tranquilidad, acercándose de nuevo hasta él. Notó como el moreno le miraba con asco y eso le molestó. Se agachó nuevamente frente a él.


— ¿A ti que te pasa? — preguntó con voz débil pero llena de odio — ¿Es que eres sordo? Te he dicho que te alejes.


— Te he oído perfectamente — contesto el rubio sin inmutarse por la fría mirada recibida —. Pero no puedo permitir que mueras desangrado de esta manera. Hay que tratarte las heridas.


— ¿Qué importa si voy a morir de todos modos? — su tono seguía siendo desafiante —. Déjame en paz.


— Pero este es mi deber — respondió el rubio, ofreciéndole al moreno una media sonrisa, se veía sincera —. No soy bueno únicamente en el arte de la milicia, también soy médico.


Sin decir nada más se alejó de allí, Khal pensó que con un poco de suerte le dejaría allí abandonado, pero cuando sus ojos ya comenzaban a cerrarse debido al sueño (aunque también pensó que fue por el dolor) unos pasos apresurados le despertaron de su ensoñación. Observó como el rubio volvía a agacharse junto a él y le tumbó boca abajo para curarle las heridas de la espalda. No tenían buena pinta. El dolor era insoportable pero se sentía tan cansado que ni fuerzas tenía para quejarse. A los pocos minutos se acostumbró a tener aquellas manos sobre su cuerpo y una agradable sensación de calor le inundó el cuerpo. Por un momento pensó que iba a morir por la perdida de sangre pero al final no parecía algo tan grave, o al menos creyó que no lo era, pues el rubio no dijo nada acerca de la gravedad de sus heridas durante la curación.


Notó como el cuerpo del moreno se relajaba poco a poco, no quería que se durmiese porque había perdido mucha sangre y de aquel modo podría perderlo. Intentó mantenerle consciente pero el muchacho ni siquiera se quejaba del dolor. Realmente se encontraba en un estado deplorable. Su cuerpo estaba completamente ultrajado. Suspiró agotado, su capitán siempre era muy impulsivo con estas cosas y eso no podía cambiarlo. Sólo evitar que fuese algo menos desastroso. Percibió la pausada respiración de Khal y decidió hablar para mantenerle despierto.


— ¿Es cierto eso? — preguntó de repente —. ¿Secuestraste a Luffy D. Monkey?


— ...— sus ojos volvieron a abrirse, de nuevo aquella susurrante voz le había traído al mundo de los vivos para su desgracia. No tenía ganas de contestar pero finalmente lo hizo con desgana —. Si.


— ¿Por qué?


— No necesitas saberlo, ¿por qué no me matas y acabamos de una vez? Estoy cansado de esto.


— Esas no son mis órdenes, lo siento — Leynor sintió algo de pena por él, la voz del muchacho sonaba cada vez más débil y distante —. ¿Por qué tienes tantas ganas de morir?


Khal no respondió, se permitió a si mismo guardar silencio varios minutos. Los párpados le pesaban y notó de nuevo aquel calor, atrayéndole hacia un sueño eterno. Tal vez le llegó su hora, pero no podía saberlo con certeza. Se dejó acariciar por aquellas suaves manos. Entonces recordó esos ojos celestes tan parecidos a los de Kian, su Kian. Una imperceptible sonrisa cruzó su semblante, tal vez aquel encuentro estaba más cerca de lo que esperaba. Sin saber muy bien por qué, Khal respondió la pregunta de aquel hombre que tan cuidadosamente le había curado las heridas.


— Porque... así... podré reunirme con él... — ahora sí, se dejó vencer por el sueño que hace tiempo amenazaba con llevárselo para siempre.


Leynor notó como el moreno cerraba los ojos lentamente, se acercó junto a él para comprobar su pulso. Era débil pero latía pausadamente. Seguía vivo y eso le llenó de alivio, sin saber muy bien por qué. Pero aquellas ultimas palabras lo intrigaron aún más. ¿A quién se refería? ¿Quién era "él"?


Luffy guió a sus compañeros calle arriba, en la misma dirección que tomó el capitán Lein. Su marcha no era rápida ya que no debían ser descubiertos o entonces sí estarían en serios problemas. Los siete avanzaban por las oscuras calles silenciosamente. Zoro lanzó una fugaz mirada a su capitán ¿que pasaba por su mente? Era un chico demasiado inconsciente y eso nunca cambiaría, muy a su pesar. Era una locura permanecer allí más tiempo del necesario. Por mucho que su mente pidiese a gritos alejarse de aquella isla, su corazón solo podía seguir a su descuidado capitán. Al fin y al cabo, él daba las órdenes.


Luffy continuó caminando en silencio, intentando escoger los caminos más oscuros para no ser vistos. Por un momento presintió la mirada de Zoro clavada en él y eso le incomodó. Desde que se encontraron con sus compañeros no se atrevía a mirarle a los ojos y aún menos hablarle, no porque no quisiera, si no porque le resultaba imposible estar tranquilo después de todo lo que habían compartido hace tan solo unas horas atrás. De nuevo aquella sofocante sensación le sobrecogió el cuerpo. Le daba un poco de apuro contarle a sus compañeros la relación que ellos mantenían. Un momento ¿relación? Ni siquiera él sabía exactamente que relación tenían, no habían tenido tiempo para hablar sobre ello, sintió su rostro arder de vergüenza por pensar esas cosas estando todos tan cerca de él. Aun así no pudo evitarlo, se había dado cuenta de lo mucho que significaba Zoro para él y aunque en cierta parte de su corazón sentía algo de temor, también había deseo y amor. Hablaría con Zoro sobre su relación y luego lo haría con sus compañeros. No quería engañarlos.


El capitán siguió ensimismado en sus pensamientos y al pasar una esquina no se percató de los oficiales de la marina que permanecían a pocos metros de ellos. Por suerte Zoro le atrajo de nuevo tras la esquina y lo apretó contra su cuerpo, aprovechando de paso la situación para sentir de nuevo en su piel el contacto de su amante. Luffy se reprendió mentalmente haber sido tan torpe, los pudieron haber visto por su culpa. Aunque por suerte no fue así. No se dio cuenta hasta después de unos minutos de silencio que se encontraba pegado al cuerpo del espadachín y los colores volvieron a aparecer en su rostro, dándole un aspecto adorable. A duras penas se separó levemente de él y deseó que los demás no se hubiesen dado cuenta. Zoro se llevó el dedo índice a los labios, indicando silencio al grupo y luego lo dirigió a la oreja para que escuchasen atentamente la conversación.


— Rápido, el Capitán Mardock ha ordenado ir al cuartel general para realizar los preparativos de la ejecución.


— Pero, ¿qué hacemos con el resto de los prisioneros?


— No hay órdenes para ellos, únicamente van a ejecutar al caza recompensas.


— A mi me sorprende que aún siga vivo.


— ¡¡Callaos!! ¡¡Y en marcha!!


Luffy abrió los ojos debido a la impresión ¿Le habían capturado? Y no solo eso, iban a ejecutarle por la mañana. Era cierto que no conocía a ese hombre pero aun así le inspiraba cierta confianza y además había ayudado en su rescate. Su mente ahora mismo era un barullo de imágenes sin sentido y una fuerte presión en el pecho le hizo sobrecogerse. Temía lo que fuese a pasar. Tras escuchar como los miembros de la armada se alejaban de allí, el grupo se relajó visiblemente y se refugiaron en un callejón sin salida, ocultos por las sombras.


— No puedo creerlo — el primero en hablar fue Zoro, su rostro mostraba incredulidad —. Khal ha sido capturado.


— Pfff — Sanji bufó algo desesperado —. Siempre se nos complican las cosas, tal vez alguien nos ha echado el mal de ojo.


— ¿¡El mal de ojo, dices!? — gritó Chopper, temeroso por las palabras del rubio.


— Sssshhhhhhhhh — Nami le tapó la boca rápidamente —. ¿No decías que podría con Lein, Zoro?


— Eso pensé, a fin de cuentas era lo que él más deseaba.


— Estoy seguro que si pudo con él — la voz decidida de Luffy sonó por encima de las demás —. Pero puede que haya alguien aun más poderoso que él — el moreno notó en seguida como el resto del grupo guardó silencio de repente y evitaban las miradas —. ¿Qué ocurre? ¿Algo va mal?


— ¿Más de lo que ya está? — preguntó Usopp irónicamente —. Que vaaaaa.


— No me toméis el pelo — Luffy infló los mofletes, algo enfadado. Nunca le tomaban en serio y eso le molestaba terriblemente.


— El problema es ese, Luffy — mencionó Sanji —. ¿Apuesto a que ni siquiera sabes por qué Lein quería secuestrarte?


Luffy por un momento se quedó sin habla. ¡¡Era cierto!! No pensó en ello, estaba tan preocupado por escapar que ese pequeño detalle lo pasó por alto. El silencio reinó de nuevo el lugar y al capitán aquello no le gustó. Algo iba mal, muy mal. Observó a sus compañeros, permanecían tan serios que daban miedo. Se levantó y estiró los brazos para quitarse esa sensación de malestar que lo comenzaba a invadir.


— No. No lo sé — dijo luego sin más —. Pero apuesto a que me lo vais a decir.


— Buff — Nami soltó un suspiro lleno de resignación —. Eres un inconsciente, ¿no sabes en que lío estabas metido, Luffy?


— ¿Cómo puedes estar tan despreocupado? — preguntó Usopp extrañado —. Yo en tu lugar estaría muerto de miedo.


El moreno giró la vista de nuevo hacia sus compañeros, aquellas palabras le habían extrañado mucho. Era cierto que podía ser inconsciente, pero es que en aquella situación su instinto de supervivencia le gritaba que escapara cuanto antes. Su cuerpo cesó de todo movimiento y no apartaba la mirada de sus compañeros. No parecía que quisieran contarle nada, permanecían completamente en silencio. Sin poder evitarlo dirigió la mirada a Zoro y al ver su rostro con una preocupación alarmante algo en su interior se desató. Se acercó a él sin pensarlo y le encaró seriamente, para sorpresa de todos los presentes.


— ¡¡Zoro!! Dime la verdad — gritó el moreno demandante, aquel silencio le hería profundamente —. ¿Por qué no me dijiste nada de esto antes? ¡¡Dime que es lo que quería Lein de mi!! — agarró sin pensarlo los hombros del espadachín y le zarandeó, pero no demasiado fuerte —. ¡¿PORQUÉ NO ME DICES NADA?! — gritó completamente alterado, pero para su sorpresa Zoro agarró sus muñecas con suficiente fuerza como para dejarle inmóvil y le miró fijamente.


— Porque sé lo que vas a proponer si así lo hago — intentó sonar firme, pero su voz dejó escapar la preocupación que le embargaba en esos momentos. Los demás permanecieron en silencio, no se atrevieron a interferir.


— ¡Lo haré de todos modos! — gritó Luffy con algo de rabia —. ¡No voy a dejarle morir!


— Sabía que dirías eso — ahora el semblante del espadachín era tan impasible que parecía una figura de mármol —. Si lo hacemos, todo por lo que ha sufrido y luchado no servirá de nada.


— ¿Por qué? — Luffy se sentía tan confuso que las palabras se le amontonaban en la boca y todas ellas deseaban salir de golpe. En ese momento se sintió, sin saber muy bien por qué, culpable de todo aquello y eso le hizo enfermar. Cayó de rodillas, derrotado por la impotencia y una inquietante angustia se apoderó de su alma. Las manos de Zoro aún le sujetaban las muñecas firmemente. Dejó escapar un suspiro lleno de pesar, negando con la cabeza, afligido. Entonces notó como Zoro se arrodillaba frente a él sin soltarle y presintió que le estaba mirando. Aquella sensación le quemaba, alzó la vista temiendo encontrarse con un rostro enfadado y furioso con él pero en cambio vio a un Zoro completamente preocupado —. Lo siento.


— Tú eres así, eso no se puede cambiar. Hiciste lo mismo por mi — dijo el espadachín negando ligeramente con la cabeza. No apartó la mirada de aquel rostro que tanto amaba y tras un momento de silencio continuó hablando —. Lein quería la recompensa por tu captura.


— Eso ya me lo imaginaba, no es algo tan terrible.


— Pero no era únicamente por eso — Zoro hizo una breve pausa antes de continuar —. Él iba a entregarte al Capitán Mardock, quien gobierna esta isla, para tener inmunidad frente a la marina. De ese modo ellos no se entrometerían en sus asuntos — Zoro notó la sorpresa en los oscuros ojos del moreno y al fin soltó sus muñecas —. El problema es que Mardock te quiere para ejecutarte. Desea matarte él.


Luffy agachó de nuevo la cabeza, fijando la mirada en algún punto del frío suelo. Ahora todo tenía sentido para él. Se sintió miserable, siempre los demás sufrían por su culpa y eso le llenó de rabia. Apretó con fuerza los puños y sin poder evitarlo lanzó varios golpes al pavimentado suelo, hasta que sus nudillos comenzaron a sangrar levemente. Nadie mencionó palabra alguna y Zoro permaneció a su lado, odiaba ver así a su capitán. Sin pensarlo detuvo el movimiento de Luffy y éste sin oponerse cesó, pero seguía con la mirada fija en el suelo.


— Es una trampa — la situación no era demasiado favorable y Zoro lo sabía, en esa ocasión sus enemigos eran demasiados y las cosas se pondrían difíciles.


— Aun así no voy a abandonarle — Luffy alzó el rostro, sus palabras eran decididas y su mirada así lo confirmaba.


— Entonces yo tampoco — dijo sin más el espadachín —. Ya sabes que te seguiré a donde vayas, aunque se trate del mismo infierno.


— Zoro — una tímida sonrisa apareció en el rostro del moreno que no pasó desapercibida por el resto del grupo.


— ¿Entonces ya está decidido? — preguntó Sanji, tirando al suelo su ya cuarto cigarrillo desde que comenzó la conversación —. Pues en marcha.


— ¿A dónde vas tan embalao? — preguntó Nami agarrando a Sanji por el cuello de la camisa —. Necesitamos un plan, digo yo.


— ¿Y cómo vamos a salvarle? — Usopp se dejó caer de nuevo en el suelo, algo aburrido.


— Eeemmmm.


— No pienses mucho que no es lo tuyo, Luffy — dijo el cocinero con sorna.


— Deberíamos tener un plan de fuga también — informó Chopper, algo preocupado por la difícil situación a la que se enfrentaban.


— Es buena idea — Robin parecía pensativa y se levantó del barril donde se encontraba sentada leyendo uno de sus libros de bolsillo —. Deberíamos anclar el barco más al noroeste para que piensen que tenemos el barco en el puerto y así después podemos huir tranquilamente.


— No es mala idea — Zoro fijó su vista en Usopp y Nami —. vosotros deberíais volver al puerto y dirigir el Going Merry. Ponedle una bandera como la nuestra a otro barco para que haga de señuelo y el resto iremos hasta el patíbulo.


— ¿Pero no se supone que vamos a ir a rescatarle? — peguntó extrañado Usopp.


— Si, pero como no sabemos donde le tienen apresado y aunque lo supiéramos sería imposible de rescatar, nos lo tenemos que jugar todo en el momento en que lo lleven hasta el patíbulo. Entonces le rescataremos — explicó Zoro.


— Eso es genial — exclamó Sanji —. Con toda la marabunta que habrá será más fácil despistarlos.


— Aun así va a ser difícil, así que no os confiéis — les regañó la pelirroja.


— ¡Es genial! — Luffy mostró de nuevo una radiante sonrisa en el rostro que llenó de confianza y optimismo a todo el grupo —. ¡No tenéis ni idea de lo perdido que estaría sin vosotros!


— Nos hacemos una idea — Sanji, Nami, Usopp y Chopper se miraron atónitos. Las palabras habían salido de sus bocas en el mismo momento y rompieron a carcajadas por la situación.


Luffy se alegró, sabía que sus amigos no le consideraban una persona muy inteligente pero le daba igual, le encantaba verles sonreír. Ahora lo que más necesitaban era confianza y ánimo. Las cosas parecían estar de nuevo como siempre y eso le reconfortaba, echaba de menos a todos. Aunque ahora que lo pensaba las cosas serían "algo" diferentes, al menos referente a Zoro. Sin quitar la sonrisa de su rostro dirigió su mirada a su espadachín, el cual permanecía a su lado. Nunca imaginó que se enamoraría de uno de sus compañeros y menos aún de un hombre. Pero supo desde el instante en que vio a Zoro por primera vez, que él sería especial. Fue su primer tripulante. Ahora era su primer y único amor.


**********


Llamó un par de veces a la puerta esperando una respuesta que nunca llegó. Tras recapacitar unos segundos, dirigió la mano al pomo de la puerta y la abrió despacio. La habitación de su capitán estaba vacía. Entró en silencio y cerró la puerta, echó un rápido vistazo a su alrededor y dio un par de pasos hacia el ordenado escritorio de madera. Mardock le había mandado ir allí urgentemente pero éste no se encontraba por ningún lado. Suspiró pesadamente, había sido una noche larguísima y sintió sus músculos tensos y cansados. Se permitió un momento de descanso, sentándose ligeramente sobre el caro escritorio de roble y se masajeó el puente de la nariz pensando en todo cuanto había sucedido.


Tras curar las horribles heridas de Khal, éste había sido preso del sueño y le había dejado allí, descansando. Aunque el destino de ese muchacho le llenaba de un incómodo sentimiento. Desde que le vio se sintió inquieto y algo alarmado. Para colmo, después de eso sus hombres alistaron en el puerto a varios piratas, al parecer habían sufrido una emboscada por alguien, pero ¿de quién? Cada vez se sentía más y más confuso, desde que llegó Calavera Negra a la isla, sucedían cosas extrañas. Y cuando su capitán mencionó al pirata Luffy, un mal presentimiento se apoderó de él. Tenía que averiguar que estaba sucediendo, su capitán parecía ocultarle algo pero no se atrevía a preguntarle directamente.


Llevó a los piratas a prisión, por orden de Mardock, pero no pudo interrogarles pues, a parte que la mayoría de ellos permanecían semiconscientes, su capitán le había ordenado ir a su habitación personal urgentemente. Y allí se encontraba ahora Leynor, esperando a su jefe para dios sabe que orden le mandaría ahora. Dejó escapar de nuevo un suspiro, estaba cansado de esperar. Se levantó y comenzó a observar la lujosa habitación, sin pensar por qué sus ojos se desviaron al escritorio que tenía enfrente y como si su cuerpo fuese un autómata, se dirigió lentamente hacia los cajones que resaltaban de allí. Acercó la mano a uno de ellos, pero no lo abrió. Se lo pensó un par de minutos, ¿por qué estaba investigando las pertenencias de su superior? Sin pensarlo más, abrió el cajón y miró lo que había dentro. En el fondo descansaba una preciosa daga, ornamentada de oro y plata. También había algunos papeles sin importancia y una pipa de madera.


Respiró profundamente y dejó escapar el aire de sus pulmones lentamente ¿por qué esperaba encontrar algo importante? Del mismo modo que se sintió confuso por aquel pensamiento, algo parecido a la decepción se mostró en su semblante. Cerró el cajón y se dejó caer pesadamente sobre el mullido sillón de terciopelo rojo. Llevó su mano al rostro, apartando un par de mechones rubios que cayeron rebeldes por su cara. Entonces algo llamó su atención. Desde donde estaba sentado podía ver otro cajón que permanecía oculto bajo el escritorio. Lanzó una rápida mirada a la puerta, seguía cerrada y no se oía ni un alma. Tragó saliva y acercó la mano lentamente hasta el pequeño pomo de cobre. Para sus sorpresa éste se abrió sin resistencia alguna, pero lo que encontró lo dejó tan confuso que tuvo que releerlo más de una vez. Su manó comenzó a temblar ligeramente, tal vez por la rabia o por la confusión que sentía en esos momentos de incertidumbre. Su rostro palideció de forma alarmante, aquello no podía ser verdad, se lo repitió una y otra vez en su mente. Su capitán no podía ser un traidor, eso nunca. Dirigió la mano al rostro, preocupado, intentando buscar una explicación. Pero no encontraba ninguna.


Lo que había escrito en ese papel era tan claro como el agua, un contrato sellado con la firma de su capitán, de su puño y letra. Sin saber muy bien por qué comenzó a sentirse defraudado. Era cierto que Mardock tenía un modo peculiar de ver la justicia, pero nunca imaginó que llegase a esos extremos para conseguir poder. Ojeó de nuevo los papeles que mantenía en sus manos, el trato era imposible de imaginar, ¿darle inmunidad a una banda de piratas violentos a cambio de Luffy? Eso le parecía tan absurdo que pensó que se trataba de una broma pesada. Pero todo encajaba. Ahora recordó a los piratas que había capturado en el puerto, todo tenía sentido. Su capitán poseía un alma corrupta. La rabia comenzó a fluir por sus venas, pero también la incertidumbre lo apresó, un remolino de sentimientos contradictorios pugnaban en su interior. Únicamente atinó a dejar los papeles en el lugar donde los encontró y alzó la vista al sentirse observado por alguien. Frente a él Mardock le observaba en silencio, su semblante permanecía sereno como siempre y algo en su mirada le heló la sangre, ¿acaso le había visto? No sabía desde cuando llevaba allí, de pie, no le había oído venir y eso le alarmó. Sintió un profundo temor pero rogó por que no se le notara, tenía que parecer calmado.


— Siento haberte hecho llamar así de repente, se que estás ocupado — mencionó el hombre que permanecía inmutable, mirando fijamente los celestes ojos de su teniente —. Pero la hora se acerca. Quiero que lleves a Calavera Negra hasta la prisión del cuartel general. Pronto será la hora de su ejecución.


— A sus órdenes — ni siquiera supo por qué le había contestado, sus palabras salieron sin más, carentes de emoción alguna. Se levantó del asiento y salió algo apresurado de allí, no se atrevió a mirar a Mardock a la cara, pero cuando pasó al lado de su capitán éste le agarró del brazo, deteniéndole en el acto. Un escalofrío recorrió toda su espalda.


— Siempre me has sido leal, Leynor — susurró en el oído del rubio, haciéndole estremecer. Alzó la mano que tenía libre hasta el rostro del teniente, apartándole un mechón rubio de los ojos. Los observó un instante, como si intentase descifrar algo que había oculto en ellos. Luego dirigió sus dedos a los suaves labios que en ese instante se mostraban tan apetecibles y sintió el calido aliento del rubio al abrirlos lentamente —. Te recompensaré por ello.


Sin mencionar una palabra más le dejó marchar, observando como la figura de Leynor desaparecía en la oscuridad que reinaba en los pasillos. En la poca iluminada estancia se permitió mostrar una ligera sonrisa de placer, en menos de dos horas obtendría el premio que tanto ansiaba. La cabeza de Luffy D. Monkey descansaría inerte en su preciada colección de trofeos.

Continuará...

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