miércoles, 25 de noviembre de 2009

Nuevos Sentimientos


Este fue el primer fic original que escribí, hace ya bastante tiempo.

Resumen: Daniel es un muchacho corriente con una vida sencilla, o eso creía él hasta que Ismael se cruzó en su camino...
Genero: Romántico.
Clasificacion: Nc- 17
Advertencias: Lemon
Estado: Finalizado [Oneshot]
Notas de Autora:"Los pensamientos de los personajes los pongo entre comillas"

Nuevos Sentimientos

Abrió sigilosamente la puerta del vestuario, asomó la cabeza mirando a ambos lados y arrastró consigo a Lucia, cogidos de la mano. No había nadie. Daniel cerró la puerta y abrazó a su novia dirigiéndola a la sala del gimnasio, al otro lado de la habitación. Esta era la oportunidad perfecta para estar a solas. Daniel comenzó a besar a la joven morena, mientras ésta le abrazaba con fuerza.


— Ya te dije que no habría nadie, a esta hora no hay clase de educación física — comentó Daniel, alzando una ceja con aire triunfal —. Vayamos dentro.


— Oye, Dani. No creas que vas a hacer todo lo que quieras conmigo, además estamos en el instituto y no es para nada romántico — reprochó la joven mirándole con aires de superioridad.


— Pero Lucia, si ya llevamos dos meses juntos... — acercó sus sonrosados labios al oído de la joven y susurró —. Verás que bien lo pasamos.


Entonces lo vio. Algo brillaba en el suelo, bajo el banquillo del vestuario masculino. Daniel se acercó y recogió el pequeño objeto, siendo observado por su novia. Era una llave plateada. Escapó de sus labios un leve suspiro y decidió guardársela, ya lo entregaría a objetos perdidos más tarde. Ahora tenía otros asuntos que atender. Se acercó de nuevo a Lucia y se dirigieron al enorme y solitario gimnasio. Volvió a asegurarse que no había nadie dentro y cerró la puerta al pasar. Comenzaron de nuevo con suaves caricias, siendo sustituidas después por impetuosos abrazos y besos fugaces. Hasta que un gemido no tardó en oírse en el lugar.


— Dani, no sabía que gemías por tan poco — susurró Lucia al oído.


— No he sido yo.


Ambos quedaron en silencio. Se miraron intrigados y comenzaron a observar alrededor sin hacer ni un solo ruido. Entonces volvieron a escucharlo. Un gemido desgarrador, agudo pero inconfundiblemente masculino. Las respiraciones hacían eco en aquel lugar, llenándolo con un ambiente infinitamente sensual. Daniel tragó saliva y suspiró inconscientemente. Entonces sintieron un movimiento entre las colchonetas, justo detrás de una pila de bancos. Lo primero que se le ocurrió hacer fue empujar a Lucia de nuevo a los vestuarios y salir de allí corriendo antes de que les descubrieran. Pero tuvo la mala suerte de tropezar con el dichoso banco antes de salir. Daniel y su gran torpeza, siempre supo que debería escribir un libro sobre ello. Llegaron bastante agitados a clase, la cual aún no había comenzado. Daniel llegó cojeando, se sentó sobre la mesa y comenzó a masajear su tobillo. Con la suerte que tenía de seguro se había lesionado.


— Que prisa tenéis por asistir a clase — bromeó David. Era el mejor amigo de Daniel —. Cualquiera diría que os gusta estudiar — miró a ambos con una sonrisa en el rostro.


— Los planes se torcieron un poco — contestó el rubio —. Igual que mi tobillo — en ese momento el profesor de lenguaje entró en el aula y nada más llegar mandó callar a toda la clase. Daniel bajó de la mesa exasperado, ahora ya no podía irse de allí —. Vaya mierda. ¿Que más me puede ir mal?


— No lo digas muy en alto por si acaso — David le miró con sorna —. Eres propenso en traer problemas, jajaja. Con lo gafe que eres seguro que nos ponen un examen sorpresa.


Daniel suspiró, ahora tenía que soportar aquella aburrida clase. Se cruzó de brazos sobre la mesa apoyando la cabeza en ellos. Su corazón aún latía fuerte debido a la carrera o eso se decía. No podía olvidar aquellos gemidos del gimnasio. ¿En verdad eran de un hombre? Sonaban muy masculinos, pero le resultaba extraño que a la chica no se la oyese. Dejó de pensar en ello, además aún tenía en su posesión la llave que encontró en el vestuario. ¿Y si era de la pareja del gimnasio? Sin querer, sus mejillas se sonrojaron e intentó disimular mirando hacia la ventana. Llevaría la llave a objetos perdidos y así no tendría que dar explicaciones a nadie.


**********


El timbre sonó dando por finalizada la última clase. Daniel se apresuró para llegar pronto a casa, no le apetecía quedarse allí mas tiempo del necesario. Tras guardar los libros recargó la mochila en su hombro derecho para largarse, pero algo lo retuvo. Delante de él había un joven de su misma edad, aunque era bastante más alto. Su rostro era pálido y mostraba una sonrisa que a Daniel le pareció "demasiado" seductora para que fuese dirigida a él. El joven movió la cabeza ligeramente a un lado sin dejar de mirar al rubio con aquel ojo azul profundo, pues el otro lo tenía oculto tras el rojizo flequillo que caía a un lado.


— ¿Tú eres Daniel García? — preguntó el apuesto pelirrojo.


— ¿Y tú eres...? — aquel joven no le daba buena espina.


— Ah si, mi nombre es Ismael, estoy en la clase de enfrente — explicó, haciendo una señal hacia atrás indicando su clase. Su mirada era inquietante y eso no pasó desapercibido para Daniel —. ¿Has estado en los vestuarios hace una hora? Me dijeron que te vieron a ti y a una chica salir de allí.


— ¿Eh? — Daniel creía caer en un pozo infinito, ¡le había descubierto! Nunca había pasado tanta vergüenza en toda su vida —. Si, era yo y... y Lucia, ¡pero no vi nada! ¡De verdad! Yo no...


— ¿Puedes devolvérmela? — interrumpió de golpe. Seguía manteniendo aquella sonrisa, como si no le importase lo ocurrido hace una hora —. La necesito.


— Devolver... ¿el qué? — Daniel se sentía un completo idiota, ¿de qué hablaba ese pelirrojo atolondrado? Además, si era él quien estaba en el gimnasio entonces esos gemidos, ¿los emitió él? Al volver ese recuerdo a su mente, su rostro volvió a sonrojarse hasta las orejas. ¿Cómo un chico así podía gemir de ese modo?


— Me refiero a la llave, ¿de qué creías que hablaba? — de nuevo mostraba esa pícara sonrisa .


— ¡Ah! ¿Es tuya? — Daniel palpó los bolsillos del pantalón y encontró la llave en uno de ellos. Se la entregó y sintió la suave piel del muchacho al rozar su mano, debía admitir que ese chico tenía un sex-appeal impresionante.


— Gracias — contestó con una sonrisa ladeada, que se veía mucho más seductora que la anterior.


— Lo cierto es que te me habías adelantado, ¿sabes? Yo también iba a ir al gimnasio con alguien — entonces se preguntó ¿por qué demonios le contaba eso? Tenía la mala costumbre de hablar antes de pensar y ese defecto solía costarle caro —. Bueno, sería horrible que te pillasen en una situación así, ten más cuidado la próxima vez y tu novia también.


— ¿Mi novia? — alzó una ceja un poco asombrado —. Sí, ya. Gracias por el aviso.


— En serio no diré nada, de verdad.


— No, no lo harás — le guiñó un ojo de modo confidente —. Hasta luego.


Dio media vuelta y Daniel no pudo evitar admirar aquel cuerpo que se movía felinamente, como si fuese un gato. Lucía había estado atenta a aquel encuentro, aunque no había alcanzado a oír nada de la conversación. Pero en cuanto vio al pelirrojo sabía de quien se trataba, ¿qué hacía hablando ese con "su" Dani? Se acercó al rubio y le preguntó directamente.


— ¿Que quería Ismael?


— ¿Le conoces? — Daniel se asombró bastante, ¿es que acaso conocía a todos los chicos guapos de ese maldito instituto?


— Un poco, antes de ir a bachillerato estábamos en la misma clase — agregó —. No es un chico que pase desapercibido como puedes ver.


— Si, vale, pues tiene novia — contestó rápidamente sintiendo algo de celos, ¿y qué si ese hombre era atractivo? Después de pensarlo, supo que no era rival para Ismael por mucho que le molestase admitirlo —. Para que lo sepas, era él quien estaba en el gimnasio.


— ¿Eh? — Lucia le miró incrédula, aquello no era posible.


— Bueno chicos, yo me voy ya — cargó de nuevo su mochila al hombro y se encaminó hacia la puerta.


— Hablamos por messenger, Dani — se despidió David, con un ligero movimiento de cabeza.


— Bien, ¡hasta mañana!


**********


Daniel comenzó a ponerse nervioso, no se atrevía a mirar atrás pero sabía perfectamente que era Ismael quien le estaba siguiendo. Oía sus pasos cada vez más cerca y a su vez, él comenzó a ir más deprisa. En ese momento el semáforo se puso en rojo y no pudo cruzar así que paró de sopetón y se giró hacia el pelirrojo bastante molesto.


— ¡¿Por qué me sigues!? ¡¿No vas a decirme que vas a quitarme a mi novia, verdad?! — gritó exasperado, aquel sujeto le ponía de los nervios. Solo atinó a ver la expresión de sorpresa del joven, aunque enseguida recuperó su ya típica compostura y le sonrió. Daniel no podía imaginar que ideas pasaban por la mente de ese chico. Entonces observó como el pelirrojo reía a carcajadas, esto lo molestó un poco y frunció el ceño —. ¿Qué es tan gracioso?


— Evidentemente, tú ¿no me digas que no lo sabias? — pero la cara de interrogante del rubio le dio a entender que no sabía de qué le estaba hablando —. Vivimos en la misma calle, en serio ¿nadie te ha dicho que vives en tu propio mundo?


— ¿Eh? — se había quedado sin palabras, ¿cómo era posible que no se hubiese fijado en él nunca? Ahora que lo pensaba, no conocía a sus vecinos, nunca fue un muchacho muy observador para esas cosas —. Mis padres siempre dicen que estoy en las nubes.


— Y no se equivocan.


El semáforo se puso en verde y cruzaron el paso. Dani odiaba los silencios incómodos y comenzó a hablar sobre banalidades, entonces pudo observar mejor a su compañero de instituto. Su melena era algo ondulada, no como el suyo que lo llevaba un poco más corto y completamente revuelto. El flequillo tapaba parte de su ojo derecho y le daba un aspecto muy seductor. Y eso sin contar sus increíbles movimientos, parecía sacado de una revista de modelos. En ese momento pensó que debía estar prohibido que existieran chicos así, los tipos como él. Hacían sentirse inferiores a los demás aunque sabía que no era culpa suya. Dani se descubrió a sí mismo mirando el trasero del pelirrojo y levantó la vista lo más rápido que pudo, rogando para que Ismael no se hubiese dado cuenta.


— ¿Me estás escuchando?


— ¿Eh, qué? — tartamudeó. Tragó saliva y se hizo el despistado, pasando la mano por su cabello rubio —. Estaba pensando en algo y no te he oído, disculpa.


— Te había preguntado qué quieres estudiar después de este último curso — Ismael dejó de andar, estaban frente a un portal con cristales oscuros. Observó a Daniel para que le diese una respuesta.


— ¿Tú ya has decidido que quieres estudiar? — preguntó algo sorprendido. Acababa de conocerle y ya hablaban sobre esas cosas tan personales.


— Voy a estudiar turismo, pero no evadas mi pregunta, Daniel — se cruzó de brazos esperando la respuesta del rubio —. Yo pregunté antes.


— Pues, me gustaría ser escritor. Había pensado escribir mi propia biografía, pero teniendo en cuenta todo lo que me ocurre sería más bien una comedia. Así que aún no sé en que me voy a especializar.


— Vaya, un escritor. En casa tenemos una estantería enorme llena de libros, si quieres puedes subir un día y les echas un vistazo. Si lo que buscas es inspiración, tal vez pueda ayudarte.


— ¿En serio? ¡Sería genial! Entre los exámenes y eso no he podido escribir nada últimamente.


— Dani — volvió a mostrar aquella impresionante sonrisa — si no lo tienes claro podrías dedicarte a la literatura erótica — esto último lo dijo con un tono muy sensual, miró al rubio fijamente a los ojos y mordió ligeramente sus labios. Esperó la reacción del joven, el cual no pudo ponerse más colorado. No podía evitar bromear con aquel chico, era un encanto.


— ¿Q-qué? ¡No bromees!


— ¿Quién bromea? — continuó con aquel juego, adoraba verle tan azorado —. Para ser un chico que lo hace en cualquier lugar del instituto eres bastante tímido.


— ¡No soy tímido! — gritó, aunque comenzó a recapacitar mejor sus palabras —. Bueno, tal vez un poco. Pero eso no tiene nada que ver, una cosa es hacerlo con una chica y otra hablar sobre ello con un hombre — añadió en un susurro.


— ¿No te gusta hablar sobre sexo? Piensa que es sólo eso, no es algo tan terrible.


- — ¡No me molesta si conozco a la persona que me esta escuchando! Pero contigo me da vergüenza, arrg ¿por qué estoy hablando contigo sobre esto? — suspiró.


— Jajajaja. Entonces subo ya, no vaya a ser que acabes odiándome ¡Nos vemos!


**********

Daniel reconocía que ese joven tenía algo especial, era diferente a otros chicos que conocía y aunque era un poco raro le caía bien. Al día siguiente le vio salir de su casa y fueron juntos al instituto. En poco tiempo, aquello se convirtió en una costumbre, iban y volvían juntos a clase. Parecían dos amigos que se conocían desde hace tiempo y Daniel se alegró de encontrar una amistad como aquella. Además vivían cerca y solían quedar a menudo para ir a comprar o simplemente para pasar la tarde tirados en la hierba del parque.


Una tarde, Daniel se sorprendió ante la invitación de su amigo para ir a su casa. El pelirrojo quería enseñarle aquellos libros de los que habló para orientarle un poco en su ámbito profesional. Daniel no pudo negarse y ahora se encontraba tocando el telefonillo del piso. Hubo un suave chasquido y la puerta se abrió. Sin saber por qué, empezó a preguntarse que demonios hacía allí, apenas hacía unas semanas que conocía al muchacho. Subió los dos primeros pisos y encontró la puerta. Tocó varias veces hasta que ésta se abrió, Ismael apareció ante él como un ángel caído del cielo. Daniel no pudo evitar abrir la boca por la impresión que aquel pelirrojo le causó en ese momento. Y sin saber por qué algo se removió en su interior, ¿qué demonios era esa extraña sensación? No lo sabía pero no le gustó nada.


El cabello de Ismael estaba completamente húmedo, era evidente que acababa de salir de la ducha y unas pequeñas gotas resbalaban por su rostro cayendo luego sobre su blanco torso. Llevaba unos pantalones oscuros, de tela muy fina y la camisa blanca estaba completamente desabrochada. Ismael le dejó pasar pero el rubio se quedó completamente inmóvil, eso no pasó desapercibido para el pelirrojo y mostró una pequeña sonrisa. Entonces Daniel despertó del trance y dio una par de pasos, inseguro. ¿Cómo era posible que se hubiese quedado embobado por ver ese cuerpo? Había visto otros cuerpos desnudos antes y nunca le ocurrió algo así ¡Por dios! Pero si era un hombre simplemente, se lo repetía una y mil veces. Algo comenzaba a ir mal, muy mal. Desde que conoció a ese joven ese tipo de situaciones no paraban de surgir y era algo que no podía evitar por mucho que quisiera.


Ismael desapareció unos minutos. El piso era bastante acogedor, la entrada daba a un pequeño pasillo con dos puertas a cada lado. Daniel supuso que una de ellas era la cocina. Mas adelante se encontraba el salón y se sorprendió de lo amplio que era, había dos sofás blancos enormes y una televisión de plasma casi igual de grande. Ismael volvió a aparecer por una de las puertas que había en el salón con una toalla sobre los hombros. Se acercó a la estantería que había cerca de la tele mientras secaba su cabello suavemente.


Era cierto que tenía muchísimos libros, Daniel también se acercó allí y empezó a inspeccionarlos cuidadosamente. Había tantos que era difícil escoger, además se percató que había de temas tan variados como estrellas en el cielo. Novelas policíacas, de aventuras, poesía, clásicos, teatro, fantasía épica, literatura romántica, biografías... Estaba tan perdido entre tanto libro que no se dio cuenta de la intensa mirada que le dedicó Ismael. Apartó la toalla de sus cabellos, dejándola sobre el sofá. Se acercó provocativamente a Daniel, recargándose de manera sexy sobre la estantería. Le miró fijamente a los ojos mientras mantenía las manos ocultas en los bolsillos del pantalón negro.


— ¿Ves algo que te guste? — preguntó con voz susurrante.


— Si, tienes muchos libros, si viviese aquí no sabría cuál leer primero, jajaja.


— Entonces déjame recomendarte uno aunque no lo tengo ahí, mis padres me matarían — desapareció de nuevo por la puerta que había enfrente y al volver apareció con un libro de cubierta dura entre sus manos. Ismael señaló el sofá para que Daniel también se sentase y entonces le entregó el libro —. Deberías leerlo, es muy bueno.


Daniel alargó el brazo inconscientemente y cogió el libro, era bastante grande. Pero al verlo detenidamente casi cae del sofá de la impresión. No se atrevió ni a mirarlo. Apenas observó fugazmente el dibujo de la cubierta para saber de qué trataba, ni siquiera había leído el título. No tenía valor para mirar a Ismael, ¿por qué le daba ese libro? ¿Era otra de sus bromas? Sin quererlo empezó a sentirse demasiado caliente para su gusto. Primero esa sensualidad tan inquietante del pelirrojo, ahora ese libro. ¿Qué mas faltaba? ¿Que averiguase que era gay?


— Bromeas, ¿verdad? Esto es ¡literatura erótica gay! — sintió arder sus mejillas. Menudo espectáculo estaría dando, siempre actuaba de forma absurda ante situaciones embarazosas.


— Sí ¿y? — dijo sin darle importancia —. Tiene una escritura muy fluida y la historia es muy hermosa, triste pero realmente sobrecogedora. No importa cual sea el tema principal de un libro, un verdadero lector debe reconocer una obra maestra al leerlo, no al juzgarlo por su cubierta. Además el estilo de escribir de esta autora es impresionante. Te adentras en la historia prácticamente sin darte cuenta. Y... — se acercó al rostro sonrojado de Daniel, susurrando delicadamente en su oído —. Las escenas eróticas están contadas al detalle, puedes percibir los sentimientos de los protagonistas en tu cuerpo, cuando hacen el amor sientes como si todo aquello lo hiciesen por ti y es una sensación embriagante. Pruébalo.


Daniel casi perdió el sentido al notar el suave aliento del pelirrojo en su oído, aquellas palabras retumbaban aún en su oído y percibía la respiración de Ismael cada vez más cerca. Inconscientemente giró el rostro y aunque estaba muerto de vergüenza no pudo evitar mirarle a los ojos. Tragó con dificultad y notó como su respiración estaba más agitada de lo normal. ¿Qué demonios le estaba haciendo ese chico? ¿Usaba magia o qué? Él le agradaba, pero ¿tanto como para excitarse por esas simples palabras? Le echó la culpa a las hormonas, estaba seguro que esto solo era un "accidente" que podía mantener a raya. Tal vez necesitaba echar un polvo, sería eso.


Cuando Ismael iba a dar el siguiente paso, sonó con fuerza el telefonillo de la entrada. Maldijo para sus adentros, ¿quién demonios sería ahora? Se levantó con desgana pero eso no evitó que sus movimientos fuesen tan provocadores como siempre. Cuando Dani le perdió de vista, dejó escapar todo el aire que tenía acumulado en los pulmones. ¿Que había sido eso? Juró que Ismael iba a besarle, pero ¿por qué? Él no era gay.


Un fuerte portazo le hizo levantar la vista hacia el pasillo de la entrada y vio entrar en la estancia a Ismael junto a otro joven. Como si el destino quisiera contestar a su última pregunta, vio como el joven más alto agarraba la cintura de Ismael, metiendo una mano entre aquella sedosa camisa y con la otra agarró los rojos cabellos fundiéndose ambos en un apasionado beso. Daniel abrió la boca como un tonto y se quedó perplejo ante aquella situación, no se atrevió ni a respirar. Cuando el moreno dejó libre la boca de Ismael, reparó en él.


— ¿Quién es el enano? — preguntó con arrogancia. No soltó a Ismael ni un instante.


— ¿¡A quién llamas enano!? Imbécil — eso era algo que enfurecía mucho a Daniel, no es que estuviese acomplejado de su estatura pero era más bajito de lo que solían ser los chicos de su edad —. ¡Me llamo Daniel! ¿Te enteras? — no soportaba a la gente engreída como ese tío. "¿Por qué demonios le estoy retando así?"


— Tranquilo fierecilla, no saques los colmillos — dijo con sarcasmo —. ¿De dónde sacas a estos elementos? Si que te gustan raritos, Ismael.


— Cierra la boca, solo ha venido porque quería prestarle un libro — contestó Ismael con su típica sonrisa, se aferró a los hombros de Manuel y le dirigió a su cuarto —. Ahora mismo estoy contigo, ¿vale? — le dejó allí y se dirigió de nuevo al salón con Daniel. El rubio estaba inmóvil tal cual lo dejaron, pero ahora en vez de tener una mirada azorada, mantenía una llena de sorpresa y disgusto.


— ¿Q-qué ha sido eso? — preguntó Daniel. No quería mostrarse nervioso, pero no lo consiguió, tartamudeaba como un idiota.


— Mi novio — le contestó —. No lo tengas en cuenta, se cree el dios del universo. Yo no creo que seas tan bajito.


— ¡¡No me refería a eso!! — interrumpió al joven — ¿Es tu novio? Es decir... eres... ¡¡¿¿ERES GAY??!!


— ¿No lo sabías? — preguntó extrañando el pelirrojo —. Bueno, no sé porque me extraña viniendo de ti. Cuando dijiste que tuviera cuidado de no volver a hacerlo en el instituto mencionaste que mi novia también debía tener cuidado, pensé que era una broma por parte tuya porque todo el instituto sabe que soy homosexual.


— Pues es evidente que yo ¡NO LO SABÍA! — no pudo evitar gritar, aquello le causó una gran impresión. No podía asimilarlo. Entonces apareció en su mente la anterior escena antes de que el molesto de Manuel hiciera su gran entrada. ¿Ismael estaba ligando con él? Eso era demasiado para que su pobre cerebro lo procesara con tranquilidad. Se levantó y se despidió en un susurro —. Mejor me voy.


— Como quieras, ¿te acompaño a la entrada?


— No, no, no. Puedo ir solo — su nerviosismo le delataba, aquella información había sido demasiado para él —. Gracias por el libro, supongo.


El pelirrojo se despidió y Daniel le observó ir hacia su habitación. Allí le estaría esperando ese idiota de Manuel, pero ¿qué le importaba a él? Los dos eran idiotas ¡y gays! Agarró el libro y le echó una breve mirada. ¿Cómo iba a subir a casa sin que le viesen con ese libro depravado? Suspiró y comenzó a andar. Cuando se dirigía al pasillo escuchó hablar a ambos jóvenes, la puerta estaba entre abierta y su curiosidad fue mayor que las ganas de irse rápido de allí. Pudo observar por la pequeña rendija a los dos amantes, Manuel permanecía encima del delgado cuerpo de Ismael. Desde ahí pudo oír la conversación de ambos.


— ¿Crees que puedes domarme? — era el pelirrojo quien hablaba —. Te recuerdo que puedo llegar a ser más cruel todavía que aquella vez en el gimnasio. Aunque creo que no parecía disgustarte lo que te hacía. Tus gemidos se oían en toda la sala.


— Ya sabes que me gusta que seas salvaje — contestó mientras besaba el pálido cuello de Ismael —. Ahora seré yo quien te haga gemir más fuerte.


— ¿Estas seguro? Es difícil complacerme — susurró sensualmente, arqueando la espalda para rozar más profundamente a Manuel. De pronto oyeron un estrepitoso ruido cerca de allí, como si alguien hubiese chocado con la mesilla del salón.


— Pero, ¿qué demonios ha sido eso? ¿Tus padres? — gruñó el moreno, miró hacia la puerta desatendiendo al pelirrojo. Éste agarró sus cabellos volviendo a atraerle hacia sí para que siguiera con aquellos besos y caricias.


— Shhh.... — le mandó callar con la respiración entrecortada —. Sigue... — él sabía perfectamente quien había producido aquel ruido. Y en su mente apareció la imagen de aquel joven. Desde hacía días no podía dejar de pensar en él y eso era alarmante. El chico no era gay, de eso estaba seguro, y prácticamente acababan de conocerse. ¿Por qué ese corazón suyo siempre le llevaba por malos caminos? Pero adoraba a ese joven cuando se sonrojaba, era encantador. Imaginó como sería tocar su sedoso cabello rubio, siempre alborotado y dejar caer esos pantalones holgados que siempre llevaba, mostrando parte de su ropa interior. Dani le provocaba aunque fuese inconsciente de ello y eso le fascinaba al pelirrojo. Sentía que iba a explotar, necesitaba descargar todos esos sentimientos y solo conocía un método para ello: el sexo.


**********


Daniel evitó a su compañero los siguientes días, no se atrevió a hablar con él. Apenas podía mirarle a la cara cuando se cruzaba con él. Venían siempre a su mente aquellas imágenes del pelirrojo bajo el cuerpo de ese desgraciado (intentó olvidar su nombre) y eso le molestaba. Lo que más le perturbaba es que no le evitaba por que fuera gay. Bueno, le sorprendió descubrirlo, pero lo que verdaderamente le fastidiaba era que no se lo hubiese dicho antes. Se habían hecho amigos hace poco pero eso era algo que uno no debería ocultar. O al menos eso creyó él. Pero había algo más, cada vez se sentía más extraño y eso le asustaba. Pasaba menos tiempo con su novia y el resto lo pasaba pensando en Ismael. Mil y un veces se dijo que eso no era una opción, no podía seguir así. Tenía que olvidarse de ese chico, le estaba llevando a la locura. Él no era así.


Una buena (o mala, según se mire) mañana, Daniel fue arrastrado in fraganti por una marea roja hasta el baño del instituto. Nunca antes había visto esa mirada tan molesta en él. Realmente parecía enfadado. No pudo imaginar por qué le había secuestrado de ese modo pero de nuevo aquella sensación invadió su cuerpo, mil sentimientos se arremolinaban en su estómago y tenía ganas de escapar. La mera presencia de Ismael le traía sensaciones demasiado fuertes como para apagarlas de un soplido. Al fin el pelirrojo se dignó a hablar.


— ¿Estás huyendo de mí, Dani? — su voz sonaba molesta y un poco dolida —. ¿Es porque soy gay? ¿Es eso?


Daniel continuó en silencio.


— Creía que lo sabías — añadió cada vez más enfurecido —. Y que me aceptabas tal como era.


— No, no es por eso — desvió su rostro para evitar aquella mirada que le hacia sentirse tan raro.


— Mentiroso — ahora arrastró aquella palabra con asco —. Eres como los demás, maldito hipócrita. Haces ver que no te importa pero en tu interior piensas que soy un enfermo. ¿Crees que porque sea gay voy a tirarme encima de ti o algo de eso? Imaginaba que eras diferente a los demás. Pero me equivoqué.


— ¡NO! — sin darse cuenta le agarró del brazo para evitar que se fuera —. No es eso, de verdad — volvió a agachar la cabeza —. Yo quiero ser tu amigo y espero que esto no estropee las cosas, de verdad, siento si he dado esa imagen.


Ismael suspiró no muy convencido, pero agradeció su gesto al disculparse. Él tampoco quería perderle como amigo y sabía que por mucha atracción que sintiera hacia él no debía forzar al chico. Volvió a suspirar revolviéndose un poco el rojo cabello y miró aquellos profundos ojos color miel. Se juró cuidar esa amistad, por nada del mundo quería perderlo.


— Te creo. Yo también quiero ser tu amigo — entonces vio la hermosa sonrisa de Dani, era tan sincera que le sorprendió. Ahora no podía pensar en nada más que en él y en esas últimas palabras mencionadas. "Yo también quiero ser tu amigo, aunque eso sólo consiga hacerme más daño"


**********

Todo parecía volver a la normalidad, o al menos eso pensó Daniel fuese verdad o no. Hacía días que no salía con su novia y aquella tarde la pasó completamente aburrido mirando tiendas, escaparates y tomando un par de refrescos en algún sitio de moda. No le apetecía salir pero no tuvo más remedio que aceptar tras el insistente discurso de Lucía. Y para variar, en aquel momento deseó no tener novia. Le dolía la cabeza como si le golpeasen una y otra vez con un martillo. Siempre que iba a un centro comercial aparecía ese maldito dolor insistente. Al menos fue una buena excusa para escaquearse a mitad de la cita. Suspiró aliviado al librarse de ver como su novia se probaba más y más ropa que al final no iba a comprarse. Ahora tenía media tarde libre.


Tomó el camino más corto hacia su casa, pasando por el parque que había frente a su calle. Iba sumido en sus pensamientos cuando vio a Ismael caminando hacia él. Llevaba una fina camisa blanca con varios colgantes en el cuello. Su pantalón vaquero estaba roto justo en el muslo izquierdo, dejando ver parte de la aterciopelada piel. Se veía realmente bien pero ¿cuando no era así? Daniel se detuvo a pocos pasos de él, saludando levemente con la mano.


— ¡Hey, Dani! — Ismael se acercó un poco más al muchacho, parando frente a él —. ¿Vas para casa?


— Si, tengo algunas cosas que hacer — evidentemente era mentira. Solo quiso escabullirse de su compulsiva novia.


— ¿Has tenido una cita? — preguntó con picardía. Al no recibir contestación por parte de Daniel, Ismael se acercó un poco más al rostro del rubio, esperando una respuesta.


— No, no, no. Yo vengo del centro comercial, tenía que comprarme algo de ropa — le entraron ganas de pegarse a sí mismo un fuerte puñetazo, ¿por qué había mentido? Ahora ni siquiera sabía por qué actuaba de forma tan absurda.


— ¿Ropa? — preguntó Ismael frunciendo el ceño. Le observó de arriba a abajo y Daniel sintió como le subían los colores. Aquella situación le estaba matando — Dani, ¿y dónde está la ropa que te has comprado? No llevas bolsas.


— ¿Eh? — en ese momento se quedó en blanco. ¡Era realmente penoso mintiendo! ¿Por qué no se acordaba nunca de eso? Ahora si que le dieron ganas de hacerse el seppuku por cometer un fallo tan tonto como ese. Ismael pensaría que era un completo idiota. Soltó lo primero que le vino a su confundida mente —. Bueno, es que no he visto nada que me guste, ¿qué me dices de ti, Isma? ¿A dónde vas? — ...así?" Le hubiese gustado terminar la frase, pero no lo hizo. Se conformaba con cambiar de tema lo antes posible y parecer de ese modo menos tonto de lo que ya parecía ser.


— Pues había quedado con Manuel.


— Es decir ¿una cita? — otra vez ese condenado nombre ¿cuantas veces más tendría que oírlo? Seguía sin saber porqué le molestaba tanto ese tipo. Si, era un engreído y cabezota, pero aquello no le daba derecho a odiarle ¿o sí? Siempre que oía a Ismael hablar de ese hombre su humor cambiaba a peor por momentos. Por mucho que le costase admitirlo, le fastidiaba que estuviese con un chico como él. Ese tipo no merecía estar con alguien como Isma, no le llegaba a la suela de los zapatos.


— Así es — corroboró Ismael — tengo una cita con Manuel.


— ¡Oh! Entonces será mejor que te vayas, te estoy entreteniendo aquí.


— La verdad es que da igual — dijo levantando los hombros con indiferencia —. Siempre llega tarde así que ¿me acompañas hasta allí dando un paseo? — preguntó mostrando de nuevo su deslumbrante sonrisa.


— Claro — no se lo había pensado dos veces en contestar. Después de recapacitar lo que había dicho quiso pegarse un tiro por cometer esa locura, ¿qué hacia él acompañando a su amigo hasta el lugar de la famosa cita? Debió haberse negado, llegar a casa, conectarse a Internet y chatear un rato por messenger. Pero no, ahí se encontraba. Al lado del hermoso pelirrojo para llevarle hasta su amorcito Manuel ¡cómo odiaba ese nombre!


— Últimamente te veo en las nubes, Dani — le miró de soslayo intentando parecer tranquilo por la conversación —. Bueno, quiero decir más de lo normal, tratándose de ti — el rubio giró su rostro un poco asombrado. Seguramente su rostro era como un libro abierto —. Todo va bien, ¿verdad? Me refiero a lo de mi sexualidad. No te molesta, ¿no?


— Claro que no. No es por eso, ya te lo dije — admitió que le parecía un poco extraño todo eso, pero más extraño aún era que ahora no le molestaba en absoluto. Es más, sentía cierta curiosidad. Pero nunca podría hablar de eso con él, era demasiado embarazoso.


— Entonces, ¿por qué es? — insistió el pelirrojo — tal vez si te contase un poco sobre todo esto te parecería más normal — se aventuró a comentar. Daniel le miró extrañado.


— ¿Tu crees? — era lo que le faltaba. Su curiosidad no tenía limites y tener que oírlo de sus labios era demasiado.


— Probemos, puedes preguntar cualquier cosa. Lo primero que se te ocurra.


— Pues... — por una vez deseó desaparecer de la faz de la tierra ¿qué demonios iba a hacer ahora? La situación se descontrolaba por momentos, ya ni se acordaba del molesto dolor de cabeza. Ahora lo que sentía era un nudo en la garganta que le estaba ahogando. Pero su curiosidad ganó ésta batalla. Su rostro volvió a sonrojarse, era ahora o nunca, cogió aire y susurró tan bajito que no pudo oírse ni él mismo —. ¿Cómo es hacerlo con un chico?


— ¿Te refieres al sexo? — miró a Dani detenidamente, asombrado por la pregunta. Nunca imaginó que el joven pudiera ser tan directo pero aquello demostraba que el rubio no era tan puritano como para pasar del tema. Y también significaba que en alguna ocasión había pensado en esas cosas. Ese pensamiento le hizo sentirse demasiado bien —. No es tan difícil como crees y tampoco es tan doloroso como lo hacen creer. Depende mucho de la persona, ¿sabes? — añadió, dedicándole un guiño cómplice. Continuó hablando lentamente, estudiando cada expresión del rubio —. Lo primero que suelo hacer es jugar con mi presa, calentarle y hacerle desear mi cuerpo sin que pueda poseerlo. Después le muestro mi exquisita habilidad con la boca, otorgándole una felación intensa y cargada de erotismo y para finalizar le dejo que me penetre hasta perder la razón. Aunque no siempre soy el pasivo en la relación, me gusta que me den placer, pero también me gusta provocarlo. Cuando llevo la parte activa, me gusta ser sensual con mis movimientos, pero al mismo tiempo salvaje. No hay mayor placer que correrse dentro de un cuerpo caliente, ¿quieres más detalles?


— No, no es necesario. Creo que has dicho demasiado — desde luego Ismael había sido explícito, Dani no se atrevió ni a levantar la mirada. Sabía que era él quien había preguntado pero no estaba preparado para oír la respuesta. Por la forma en que Isma contó aquello, parecía algo más allá de los límites de la pasión y la lujuria ¿Sería así hacer el amor con un chico? ¿O sería de ese modo sólo con Ismael? Entonces pensó como sería penetrar ese magistral cuerpo y ver la expresión de Isma en esos momentos. Sin duda su mente estaba cada día más confusa, parecían no dejarle en paz todos aquellos pensamientos, aun así su corazón gritaba por saber más acerca de ese muchacho. Eso lo desconcertaba.


— Lo siento, seguramente te habrá dado arcadas al escuchar todo eso — fingió un gesto de asco y se acercó más al rubio —. No te preocupes por mí, ya estoy corrompido y nadie puede cambiar eso, jajaja.


— Eso no es verdad — Daniel se alegró de ver a su amigo tan animado como siempre. Nada parecía ser capaz de anular su encanto —. Yo no creo que solo te... — hizo una breve pausa buscando las palabras adecuadas, ya había metido la pata demasiadas veces el día de hoy —. ...Te importe el sexo.


— Que inocente eres — le sonrió amistosamente pasando un brazo por los hombros del rubio —. Los chicos hay en día solo buscan sexo. Hasta tú. Y yo no creo ser una excepción.


— Tú no eres así.


— Pero los chicos con los que salgo sí que lo son, así que no hay diferencia.


— Pero tu novio — Daniel pensó en dejar el tema, aun así quería asegurarse de algo primero —. A él si le importas, ¿no? Se le ve muy posesivo contigo.


— Así es Manuel — Ismael soltó el agarre bruscamente.


— Vosotros habéis... ya sabes.


— Sí, muchas veces — Ismael odiaba la indecisión de Dani para preguntar ¿por qué era tan pudoroso cuando estaba claro que él también hacia esas cosas con mujeres? —. Es más, seguramente en nuestra cita de hoy acabemos tirados en su cama y me follará hasta el amanecer ¿te apuntas? No creo que le importe.


Dani al oírle casi se atragantó con su propia saliva, ese chico era tan natural hablando de esas cosas. Estaba claro que lo decía en broma, Manuel no compartiría a Isma con nadie. Parecía bastante celoso. Cuando levantó la vista del suelo, Dani se dio cuenta que estaba de nuevo en la puerta del odioso centro comercial. Ismael se detuvo y observó al rubio un instante.


— ¿Bromeabas, no? — preguntó Dani, un poco confuso.


— Pues claro — añadió el pelirrojo —. Mi novio me mataría. ¿Ves? Aún no ha venido, siempre llega tarde.


— Entonces me marcho ya, será mejor que no me vea por aquí.


— No le hagas caso, Dani — le guiñó un ojo —. Recuerda que una burla es un halago con envidia — Daniel le sonrió y se dispuso a marchar cuando oyó la suave voz de Isma al despedirse —. ¡Nos vemos en el instituto!


Se giró y le despidió con la mano. Marchó solo a casa cuando tras mucho pensar, se dio cuenta que no odiaba a Manuel. Bueno, un poquito sí, pero lo que más sentía hacia él era envidia. Le envidiaba por tener a Ismael. No era por el echo de que quisiera tenerle en su cama, semejante idea lo aterraba, sino por todo en general. Tendría derecho a monopolizarle, ser él quien mantuviese conversaciones con el pelirrojo hasta altas horas de la noche. O simplemente para ir juntos a comprar e ir al cine. Manuel le conocía desde hace tiempo, en cambio él se percató de su existencia hacía pocas semanas. La realidad era muy triste.


**********


Todos recogieron sus respectivas mochilas y el aula se iba vaciando poco a poco. Daniel iba a marcharse cuando David le llamó, se giró hacia él para ver que quería ahora su amigo.


— Que no se te olvide, ven mañana por la noche a eso de las 23.00, ¿de acuerdo? — preguntó como si tal cosa. Dani se quedó con cara de ¿WHAT? David, al ver la cómica expresión de su amigo no pudo contener una sonora carcajada y se dispuso a explicarle —. Pensé que te acordarías, lo celebro todos los años...


— Ah ¡¡mierda!! Es cierto, es tu cumpleaños. Lo olvidé — esto último lo dijo para sí mismo, un poco asombrado por no recordarlo.


— Así es — afirmó animado —. ¡Verás que fiesta! Va a ser mejor que la anterior, te lo aseguro.


— Esto, David. No sé si voy a ir, últimamente no me apetece salir ni nada de eso.


— ¿Bromeas? No me vas a convencer con eso ¡claro que vienes! ¡No sería lo mismo sin mi compañero de fatigas! Jajaja. Eres mi mejor amigo.


— ¡Pero siempre llenas tu casa con gente que ni conozco! No me echarías en falta, tus fiestas son una macro fiesta, hasta arriba de nivel de alcohol y sin ningún control. Demasiado desmadre para afrontarlo con serenidad. Créeme.


— ¡Pero si antes te encantaban mis fiestas! Aprovechabas la ocasión para escabullirte a la cama con alguna tía buena. ¿Que te pasa últimamente? Pareces otra persona — añadió David, pasando un brazo por la nuca de su amigo —. Además también he invitado a ese nuevo amigo tuyo, Ismael, dice que va a venir.


— ¿Ah, sí? — giró la cabeza hacia él, asombrado —. ¿Va a ir Isma?


— ¡Pues claro! ¿Es lo que he dicho, no? ¡No soy tan desagradecido como para no invitar a un colega de mi mejor amigo! Venga, ¿entonces te vienes? — preguntó con ojitos de cordero degollado.


— Vale, pero no creo que esté demasiado tiempo, hazte a la idea, ¿eh?


— Con eso me conformo.


**********


Aquella semana pasó fugaz como un rayo. Dani se levantó bastante tarde el sábado, era el cumpleaños de David y aquello requería dormir como un bellaco para poder aguantar despierto toda la noche. Su amigo tenía una casa enorme a las afueras de Madrid y solía estar vacía. Siempre celebraba allí su cumpleaños, entre otras fiestas. No es que le apeteciese ir a esta, su ánimo estaba por los suelos y para colmo Lucia le llamó esa misma mañana (despertándole de su segundo sueño) para decirle que iría con él.


El día transcurrió con normalidad, se pasó toda la mañana navegando por Internet y por la tarde se puso a leer aquel libro que le dejó Ismael. Al principio, cuando cogió el libro por primera vez, sintió cierta renuencia a leerlo pero se armó de valor y comenzó a ojearlo. Así fue como acabó enganchado a aquella lectura, poseía una trama misteriosa y dramática. Aunque tal y como le advirtió Isma, la novela estaba llena de escenas subidas de tono. Al comienzo se le hacía un poco raro leer algo así, pero llegó un momento en el que ya le daba igual. Solía ponerse a leer cuando se sentía demasiado estresado o nervioso.


Pasó la hoja siguiente y los colores aparecieron de golpe en su rostro, había leído escenas calientes, pero ésta llegaba a ser prácticamente inverosímil. Dejó el libro a un lado y se incorporó de la cama. ¿Por qué tenía que leer aquello? O bien podía saltarse esa parte y seguir con la historia. Miró de reojo el libro como si éste pudiera ser capaz de salir corriendo y en un rápido movimiento lo cogió de nuevo, sosteniéndolo con inseguridad entre sus manos. Continuó leyendo cada palabra, cada estrofa llena de sensual erotismo, se perdió en aquellas frases provocadoras y dispuestas a hacer perder la razón a cualquier amante.


Sin saber cómo, Dani se encontró masturbando su miembro sobre la cama. Se dejó caer suavemente hacia atrás, mientras escapaban leves gemidos de su boca. Llevó un ritmo pausado, disfrutando de esa sensación tan placentera. Cerró los ojos con fuerza y se sorprendió al ver la imagen que proyectó su mente en ese instante. Era Isma con aquella camisa blanca de seda, su torso desnudo y húmedo, mostrando su seductora sonrisa. Su cuerpo se llenó de placer al instante. Su respiración comenzó a ser mas fuerte, agitada y sin pensarlo aumentó el ritmo de su mano. Sintió arder sus mejillas por la excitación y esa calidez se extendió por todo su cuerpo cuando eyaculó entre sus dedos.


Su respiración se normalizó tras unos minutos, se incorporó sobre la cama fijando la mirada en el espejo que tenía enfrente y se observó a sí mismo. No logró creer lo que acababa de suceder. Se había masturbado pensando en ese maldito pelirrojo. Una sensación de pánico cubrió su confundido corazón, se levantó de la cama bastante agitado y se metió en la ducha. Intentó olvidar el tema, pero esa misma noche tendría que afrontar sus temores. Le daba pánico ver a Ismael, ese chico le estaba cambiando tanto que no se reconocía ni él mismo.


**********


Eran las 22.30 y aún estaba cambiándose, le gustaba llegar un poco tarde de la hora acordada. Era una especie de manía. Se miró al espejo revolviendo un poco sus dorados cabellos, dándoles un aspecto más juvenil. Llevaba unos vaqueros negros holgadísimos, dejando ver parte de su ropa interior, como siempre solía llevarlos. Se puso una camisa blanca de botones y manga larga, y encima de ésta una camiseta negra de manga corta. Le gustaba vestir informal.


Al acercarse a casa de David, supo que la fiesta estaba en su mayor apogeo. La música heavy sonaba en toda la calle, no paraba de salir y entrar gente como si aquello fuese un pub nocturno. Lucia no se despegaba de su lado y Dani se sintió como un lastre. Entraron y enseguida se encontró con el ovacionado, le felicitó por su cumpleaños y le entregó su regalo. El chalet estaba lleno de gente y en el jardín había todo tipo de bebidas y comida, algunos bailaban entre la multitud, mientras otros preferían darse un chapuzón en la enorme piscina. Sus ojos comenzaron a buscar entre el gentío intentando reconocer algún rostro familiar. Entonces le vio. Realmente destacaba sobre todos los demás. Llevaba el cabello suelto, tan rojo como la sangre. Vestía completamente de negro, color que le favorecía enormemente. La camisa estaba abrochada solo un par de botones, dejando ver parte del pecho y su ombligo. Su estilo era más formal pero muy atrayente. Se encontraba cerca de la escalera, hablando animadamente con un chico moreno, pero se sorprendió al ver que no era ese tal... ¿cómo era? Definitivamente Dani se olvidó del nombre (o no quería recordarlo). Se apartó de Lucia habilidosamente y se plantó frente a Ismael.


— Has venido — interrumpió el rubio, cosa que no le importó en absoluto. El pelirrojo se giró hacia él y le dedicó una de sus encantadoras sonrisas.


— Claro, no podía perdérmelo. Tu amigo fue muy amable al invitarme — dirigió la mirada al moreno que tenía al lado —. Disculpa Carlos, hablaremos después — se acercó a Dani para hablarle al oído, la música estaba tan alta que apenas se oía a sí mismo —. ¿Has venido solo?


— Lucia está por ahí, creo — dijo señalando a la barra, cerca del minibar —. Aunque dudo que me quede demasiado tiempo ¿y tú?


— Me quedaré por aquí — dijo pensativo, tras un breve silencio añadió —. He cortado con Manuel — miró a Dani a los ojos, esperando ver alguna reacción en él. El rubio se quedó sin palabras y le miró un poco sorprendido. Isma juraría haber visto un atisbo de alegría en ellos.


— Vaya — aquello si le sorprendió, no supo que decir. En parte se alegraba, ese tío le caía mal por muchas razones, pero aun así era su pareja —. Yo, lo siento.


— ¿Por qué? No es tu culpa, además aquí hay mucha carne para saborear — dijo con un tono tan sensual que a Dani no le gustó nada —. Voy a ver que encuentro por ahí — se acercó aún más al oído del rubio —. Luego nos vemos.


Dani se quedó quieto en medio de la nada, viendo como Isma se alejaba de su cuerpo. La rabia se apoderó de su ser al completo sin una razón aparente, ¿por qué tendría que enfadarse si él no era su novio? Ahora Ismael era libre y podía hacer lo que quisiera, pero se sentía desazonado. Era imposible negarlo. Se acercó a la barra y se sirvió un whisky, ese era el principio de una larga noche.


************

— Vamos Dani, quiero bailar — insistió con ahínco la morena —. No seas aburrido.


— Déjame, Lucia. No me apetece — se sentía demasiado borracho hasta para pensar en esas cosas —. Bailar es un asco, ¡no quiero! Ya sabes que lo aborrezco.


— Pero, ¡¿qué demonios te pasa?! — la joven estaba empezando a perder la paciencia, se cruzó de brazos esperando una respuesta que nunca llegó.


— Solo ha venido para ligar... — murmuró sin sentido —. ¡Pff!! Qué capullo hijo de...


— ¿Qué? — Lucia escuchó el murmullo pero no entendió nada —. Vengaaaa solo un baile, ¿sí?


— ¡Pues baila con David, ya te he dicho que yo no quiero! ¡Déjame en paz de una puta vez! — gritó dando un leve codazo a la joven.


— De acuerdo, como quieras — Ella le miró un poco asustada pero enseguida se repuso. Se acercó a David, el cual escuchó todo atentamente.


— Lu-Lucia — se dio cuenta de lo cruel que había sido con ella, no solía comportarse así. ¡Todo era culpa de Ismael! Desde que le conoció todo su mundo estaba patas arriba —. Lo siento, es que de verdad no puedo bailar ahora, perdóname.


— Tranquilo Dani, ¡yo bailaré con ella! — agregó David, restándole importancia al asunto —. Ven aquí, princesa — la llevó cerca de la pista de baile, en la terraza.


— ¿Crees que es bueno dejarle por ahí solo? — preguntó Lucia un poco preocupada —. Ya ha bebido demasiado...


— Déjale, dentro de poco caerá dormido y mañana tendrá un bonito dolor de cabeza.


— Gracias por ocuparte de él, si se queda aquí estaré mas tranquila.


**********


Dani se tambaleó por las escaleras para dirigirse al cuarto de baño, el del piso de abajo estaba ocupado y no podía esperar. Al llegar allí se refrescó un poco la cara y se miró al espejo. Hacia tiempo que no pillaba una borrachera como esa y aunque se sentía en una nube su mente no estaba tan ebria. Tal vez se estaba volviendo inmune al alcohol. Mostró una leve sonrisa al verse de ese modo, debía reconocer que tenía cierto encanto estando ebrio, sus ojos poseían un brillo inusual y su mirada era mucho más atrayente. Salió del baño dando tumbos y escuchó como una de las puertas de las habitaciones se cerró de golpe.


Casi cayó al suelo del susto y maldijo en voz alta. Se acercó a la habitación y sin pensarlo la abrió de golpe, pero lo que descubrió allí dentro le dejó sin habla. Ismael estaba besando a aquel moreno que vio en las escaleras, se estaban dado el lote. Un sentimiento horrible inundó su corazón. Dani no se calló esta vez, la ebriedad le daba el coraje necesario para enfrentar a todos los males del mundo juntos.


— ¡¡Si vais a hacerlo iros a un hotel, capullos!! ¡¡Esta es la casa de mi amigo, no un prostíbulo!! — gritó apoyado en la puerta. Sus ojos se posaron en el deslumbrante cuerpo de Ismael, reunió toda la fuerza que pudo y dio un par de pasos. Miró con asco al joven de cabellos negros —. ¡¡Joder!! ¿Qué edad tienes, niño? ¡Vete a casa, canijo!


— Dani... — Ismael se quedó pasmado por el comportamiento del rubio e intentó acercarse para calmarle, pero Daniel dio un par de pasos atrás —. Increíble... será mejor que te vayas, Carlos — dijo con un poco de molestia al joven que permanecía aún en la cama. El moreno no se lo pensó dos veces y salió de allí corriendo completamente asustado —. Enhorabuena, has espantado a mi presa, conejito — dijo con sarcasmo, aunque no pudo evitar tampoco dejar escapar el enfado que sentía.


— Oh, ¿así que ahora soy un conejito? — preguntó con burla —. Pues intenta cazarme si puedes — las últimas palabras las pronunció con furia contenida.


— No me costaría mucho en el estado en el que te encuentras — afirmó Ismael con cierto reproche.


— No tengo tiempo que perder aquí contigo — mencionó con frialdad —. Así que ahí te quedas...


Justo cuando dio media vuelta, Ismael le agarró del brazo, girándolo hacia él. Para evitar que saliese huyendo le tiró sobre la cama, situándose encima de él. En esa posición pudo sentir el aliento de Dani cerca de él. El inconfundible aroma del alcohol llegó a su nariz, observó el hermoso rostro del rubio y le susurró en el oído.


— Podría violarte si quisiera — dejó escapar un suave jadeo a propósito.


— Pues hazlo, nadie te lo impide — contestó Dani, con la mirada fija en aquellos ojos azules que le hacían perder la razón. Isma quedó sorprendido ante la respuesta del rubio y pasaron varios segundos en un silencio inquietante —. Fóllame.


Daniel mantenía la mirada firme, sus ojos brillaban por el alcohol dándole un aspecto embriagador y anhelante. El pelirrojo deseaba besar esos labios carnosos, mezclarse con su sabor, su esencia. Isma no pudo aguantar más tras esas palabras y se acercó a aquellos labios que le tenían hechizado, los besó con pasión, eran tan suaves y dulces como había imaginado. Dani comenzó a responder al beso, entreabrió su boca para dejar paso a la lengua que anhelaba entrar con deseo. Acarició aquella mejilla suavemente, su cuello, su nuca y posó finalmente las manos en el bello cabello rojo, profundizando así aquel beso.


Ismael creyó estar dentro de un sueño, Dani le estaba correspondiendo ¡y de qué manera! Era puro fuego, desafiante, embriagador, perfecto. Comenzó a acariciar su pecho, le quitó la camiseta negra y siguió luego con los botones de la camisa que llevaba debajo. Daniel se dejó hacer, desvistiendo a su vez al pelirrojo con manos temblorosas. El rubio pensó que moriría de placer con cada caricia que le regalaba Ismael, su respiración era cada vez más profunda y agitada, sentía arder todo su cuerpo. Especialmente su miembro. Al fin pudo sentir lo que era tener al pelirrojo sólo para él.


Ambos yacían desnudos sobre las suaves sábanas, Ismael besó el cuello del rubio, bajando lentamente por todo su pecho, hasta llegar a su miembro, ya erecto. Lo miró con deseo y sin más lo introdujo en la boca. Daniel gimió de placer ante el contacto inesperado, inconscientemente levantó las caderas rogando para que se moviera. Isma comenzó a lamerlo lentamente de arriba abajo, mientras oía los suaves gemidos del rubio. Finalmente lo adentró de nuevo en su boca, succionando lentamente haciendo desesperar a Daniel. Disfrutó saboreando su miembro y las reacciones que conseguía desprender del rubio. Poco a poco fue aumentando sus movimientos a un ritmo cada vez más frenético. Sintió como palpitaba dentro de su boca y se excitó al sentir como el cuerpo que tenía debajo comenzaba a convulsionarse de placer. Lo succionó con mas fuerza haciéndole correrse dentro de su boca.


Dani se sintió desfallecer con cada movimiento. Cada succión del pelirrojo le hizo vibrar lleno de éxtasis, sintiendo la cálida cavidad de Ismael aprisionando su miembro, húmedo y palpitante. El placer consumía sus fuerzas y percibió como se venía en la boca del pelirrojo. Aquello era algo nuevo para él, nunca había sentido tanto placer en su vida.


Su respiración seguía agitada y miró con deseo a Ismael. Éste se acercó de nuevo a esos labios que pedían con furia ser besados. Atrapó entre sus manos las piernas de Daniel, alzándolas ligeramente para separarlas y así poder poseer con mayor facilidad ese ansiado cuerpo. El rubio seguía perdido en esas nuevas sensaciones como para darse cuenta de lo que vendría a continuación. Isma aún podía oír sus pequeños gemidos, le excitaban demasiado, no podía aguantar mas tiempo sin poseer ese templo sagrado y virgen. Acercó su miembro al estrecho orificio y lo metió de un solo empujón, manteniéndolo allí quieto unos segundos. Dani no esperaba aquella intrusión y emitió un fuerte grito, unas pocas lágrimas escaparon de sus ojos y resbalaron rebeldes por su mejilla. Ismael se acercó su rostro y las lamió con deseo.


Comenzó a moverse dentro de aquel cuerpo, llevando un ritmo cada vez más salvaje y posesivo. Estaba cegado por la pasión y el deseo, sentir ese cuerpo que hace tiempo creía imposible de poseer, le llevaba al éxtasis. Se sintió algo culpable por no prepararle un poco antes pero no pudo esperar más tiempo. Soñó con esto hace demasiado tiempo, deseaba con toda su alma hacerle el amor y pensó que ese sueño nunca podría cumplirse. Pero ahora, le tenía bajo su cuerpo, gimiendo y penetrándole con deseo. Daniel sentía un pequeño dolor punzante en la cadera, pero el placer era tan grande que apenas podía mantener los ojos abiertos. Abrazó con fuerza la espalda del pelirrojo y por mucho que lo intentó no pudo dejar de jadear. Se sorprendió que pudiese gemir de ese modo tan sensual, nunca antes lo había disfrutado tanto. Aunque las fuerzas le fallaban, intentó mantener los ojos abiertos para admirar la seductora belleza de Ismael. Ver aquella expresión era lo que tanto anhelaba. Su cuerpo jadeante se mecía en un vaivén descontrolado, sudoroso y atrayente. Lo excitaba hasta el límite, era lo más hermoso que había visto nunca. Entonces sintió una oleada de placer recorrer todo su cuerpo, había llegado a un punto que solo podía gemir lleno de éxtasis y placer. Poco después se vino sobre su cuerpo y parte del torso del pelirrojo. Su mente estaba nublada y sentía el fuerte latir de su corazón, como si se le fuese a salir del pecho. Segundos más tarde sintió como Isma se arqueaba y llegaba al orgasmo, mostrando una expresión tan incitante que sintió un hormigueo por todo su cuerpo.


Se dejó caer sobre él, todavía sin salir de su cuerpo. Dani normalizaba poco a poco la respiración. Miró a Ismael a los ojos y se acercó a sus labios, dándole un sutil beso. Isma le miró con sorpresa por el inocente gesto. Salió del pequeño cuerpo y le estrechó entre sus brazos. Para ser la primera vez del rubio, reconoció que había sido maravilloso. Besó su frente y descubrió que Dani ya se había quedado dormido. No habría mas bebida para él en un tiempo.


**********


Los molestos rayos del sol no le dejaron dormir más de la cuenta, alargó el brazo y sintió las sabanas frías. Abrió uno de sus ojos y pudo observar que el rubio no estaba en la cama. Se arregló lo mejor que pudo y bajó al salón. Allí se encontró a David, estaba barriendo el lugar con desánimo.


— Vaya, una noche movidita, ¿eh, Isma? Si quieres puedes usar el baño.


— Sí... — estiró su cuerpo como un gato reprimiendo un bostezo —. ¿Y Dani?


— Se marchó temprano esta mañana. Parecía tener prisa, así que se fue.


— ¿Se fue? ¿Adónde? ¿A su casa? — las palabras se le atragantaban como puñales y sin saber por qué se consideró culpable por lo que pasó la noche anterior. Un sentimiento de pesar inundó su corazón. Aunque parecía que Dani también lo disfrutó, había huido, dejándole solo. Tal vez el rubio estaba tan borracho anoche que ahora se arrepentía de lo ocurrido. Si se trataba de eso, ¿qué iba a hacer?


— Lo siento no lo se, creo que no. Dijo algo de ir con Lucia — miró preocupado a Ismael —. ¿Ocurre algo?


— Joder.


Isma no dio más explicaciones y se marchó a casa de Dani. En efecto allí no estaba, ni siquiera había aparecido aún por su casa, se acercó al parque en el que solían pasar las tardes pero tampoco lo encontró. No conocía mas lugares en el que pudiese haber ido, dio media vuelta y se fue a casa muy desanimado. Se sentó en el escalón del portal, ahora no le apetecía subir. Ocultó su rostro entre las manos, ¿por qué nada salía como quería? Siempre conseguía muchos amantes, tenía un magnetismo especial, pero ninguno de ellos le amaba de verdad. Le consideraban un simple trofeo que se podía ganar, un objeto reluciente carente de sentimientos que servía únicamente para mostrarlo ante los demás. Así le trataban. Pensó que Dani era diferente a ellos ¿podría amarle ese joven que le había robado el corazón hasta el punto de perder la razón? Quedó perdido en sus pensamientos sin darse cuenta de la persona que se acercó a él sigilosamente.


— Isma... — al oír la dulce voz, Ismael levantó el rostro y se encontró con aquellos ojos miel que le volvían loco. Se levantó rápidamente y se acercó al rubio a una distancia prudente.


— Dani.


— Siento haberme ido sin avisar esta mañana — susurró el rubio, aquello le daba infinita vergüenza. Recordar lo que hizo anoche no le ayudaba en absoluto —. Pero tenía que arreglar algunos asuntos y pensar. Al verte tan dormido no quise despertarte.


— ¿Pensar el qué? — preguntó Isma, suponiendo el lío mental que tendría Dani en esos momentos. Volvió a recuperar parte de su antigua confianza e intentó sonreír como siempre, aunque le quedó un poco forzado —. Supongo que es por mí — y alzó su mirada azul hacia Daniel —. No debí hacerlo... He puesto en peligro nuestra amistad.


— Ismael, para empezar esto no es por ti. Segundo, no me vengas con “no debí hacerlo” porque sé perfectamente que lo deseabas, al igual que yo no pude resistirme. Sólo es... — sus palabras quedaron amontonadas en su mente sin saber como explicarse, al final suspiró —. Es por todo lo que esto implica, es como empezar de cero. Siempre he creído que era un chico normal, con una vida aburrida y que pasaría desapercibido allí donde estuviese. Ya sabes, crecer, encontrar novia, ir a la universidad... Esas cosas.


— ¿Normal? ¿Acaso yo no lo soy? — Ismael alzó una ceja esperando una respuesta. Tras varios segundos, Daniel le contestó.


— No — Ismael dejó escapar un suspiro y enfrentó la mirada del rubio, pero Dani siguió hablando perdido en aquella mirada celeste —. Porque tú eres especial. Tú deslumbras allá a donde vas. Todos se giran al verte pasar, posees algo que yo no tengo, que muy pocos tienen. Y da igual que seas homosexual, bisexual, hetero o lo que quieras ser. Te admiro porque siempre sigues tus ideales luchando contra viento y marea, sin importar lo que piensen los demás y eso te hace ser muy especial. Sería imposible no quererte. ¿Cómo podría vencer ante ti?


Ismael quedó sin palabras debido a aquella confesión, nunca antes había sentido nada parecido. Pensó que nunca sería alguien importante para nadie y eso era algo que siempre le había dolido profundamente. Ahora todo era diferente. Una sonrisa deslumbrante iluminó su rostro y se acercó a Dani sin pudor alguno, besando suavemente aquellos labios que ahora le pertenecían.


— Y, ¿qué hay de esos asuntos que tenías que arreglar? — preguntó intrigado. Dani dejó escapar una risilla traviesa.


— Fui a ver a Lucia, tenía que cortar con ella — dijo sonriendo —. Porque sólo quiero estar con la persona a la que amo.


Ismael abrió los ojos sorprendido, aún no podía creer que aquellas dulces palabras las hubiese pronunciado Dani. Alzó la mano y acarició el bello rostro del rubio, cerciorándose que aquello no fuese un sueño. Sintió el suave cabello rubio entre sus dedos y le besó gentilmente la frente.


— Yo también te amo. Desde que te vi no he podido pensar en nada mas. Me has hechizado.


Sus labios volvieron a unirse, sintiendo el calor que desprendían sus cuerpos. Daniel descubrió lo importante que era Ismael para él y no le dejaría marchar de su lado. Lucharía por él y demostraría al mundo que su amor era verdadero y puro como cualquier otro. Su vida comenzaba de nuevo junto a él.



Fin

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