Autora: Amethyst
Parejas: ZoroxLuffy
Genero: Romántico, acción, tragedia
Clasificación: R: No apto para menores de 17 años
Advertencias: Lenguaje obsceno, tortura
Tipo: Multichapter
Status: Finalizado
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CAPITULO IV
**Ahora recordó aquella advertencia del hombre misterioso, "será mejor que protejas aquello que es importante para ti... antes de que sea demasiado tarde", se culpó por no haber estado cerca de él en cada momento pero ya no había solución, su corazón moría a cada segundo. Mil imágenes atormentaban su mente y ni siquiera sabía si Luffy seguía con vida. Sin poder evitarlo su alma caía en la oscuridad y era consumida por ella. El único problema es que ya era demasiado tarde.**
El fulgor de la luna iluminaba levemente el enorme navío, el cual ondeaba sobre aquellas tranquilas aguas. No supo en que momento recuperó la consciencia pero lo que sí sabía es que ahora permanecía maniatado con aquel único material que le debilitaba, el maldito kairouseki. Tal y como ocurrió aquella vez que le capturaron en Alabasta. Sentía ir sus fuerzas a cada paso que le obligaban a dar y en ese momento se percató de la sangrante herida que tenía en el brazo derecho. Intentó recordar todo lo ocurrido pero un fuerte dolor irrumpió en su cabeza. Le dirigían a trancas y barrancas por el tenue pasillo de lo que él suponía era un barco. Observó a sus captores y no le gustó lo que veía. Dos hombres corpulentos le tenían bien sujeto y no podría escapar ni aunque lo intentase, aunque esa mera idea era ya de por si un suicidio y decidió esperar a ver que hacían esos sujetos. Y por si eso fuera poco, su estomago comenzó a rugir pidiendo comida.
Un hombre esbelto caminaba delante de él a tan solo unos pasos. Tras unos pocos segundos reconoció a aquel hombre. Sintió una rabia inmensa en su cuerpo. ¡Ese joven era el culpable de todo! Se tensó visiblemente y enseguida supo que no fue buena idea pues sus captores se dieron cuenta que había vuelto en sí. No le quedó otra opción que seguir caminando donde quiera que le llevasen. Notó la mirada curiosa del hombre moreno, el cual paró en seco frente a una enorme puerta de madera adornada por varios relieves bastante ostentosos. Luffy suponía que ese era el camarote del capitán del barco. Calavera Negra dio un par de golpes y tras pasar unos minutos, lo que a Luffy le parecieron horas, la puerta se abrió dando lugar a un hombre que les dejó pasar sin mencionar palabra.
La tranquilidad de ese sujeto le desesperaba ¿Que demonios querían de él? Luffy se sintió observado por aquel hombre y esa sensación no le gustó absolutamente nada. Aquellos ojos parecían querer evaluarle y sin pensarlo agarró con su fuerte mano el mentón del pirata. El hombre no dejaba de sonreír en señal de triunfo y Luffy apretó los dientes de la rabia e impotencia que sentía.
— Bien hecho, Calavera Negra — mencionó el capitán Lein sin soltar el rostro de Luffy, con el rostro inmutable.
Luffy observó cuidadosamente a su nuevo enemigo. Sabía que era el capitán de esa chusma, su porte así lo indicaba, desde luego parecía alguien temible a simple vista. Su mirada era escalofriantemente sádica. Llevaba una melena castaña hasta los hombros y su cuerpo parecía fuerte y corpulento. Aunque sí le sorprendió la juventud del hombre, por su voz suponía que no debía tener más de treinta años. Tras un breve silencio una voz irrumpió el lugar.
— Ya tienes lo que querías — contestó Calavera Negra —. Cumple tu parte del trato, Lein — sus ojos irradiaban un brillo que Luffy nunca había visto en ellos. La furia parecía consumir a ese hombre. Esa mirada le hizo recordar a Zoro.
— Tienes razón, ya sabes que soy un hombre de palabra — soltó a Luffy e indicó con la cabeza que le siguieran.
El capitán Lein iba en cabeza, seguido por Calavera Negra y por último los hombres que seguían llevando a Luffy como si fuese un muñeco de trapo. Calavera Negra nunca había estado en aquella parte del navío, el pasillo era estrecho y maloliente. Una extraña inquietud se apoderó de él y no dejaba de observar con recelo al hombre que estaba delante suyo. Tras varios giros el capitán paró frente una puerta oxidada y oscura. Calavera Negra no pudo reprimir la extraña sensación que le embargaba. Miró apremiante al capitán Lein y éste no hizo más que mantener aquella estúpida sonrisa de superioridad. Luffy se mantenía en silencio observando aquella extraña escena. El capitán sacó de su ropaje una llave y abrió la puerta con tranquilidad.
Luffy no podía ver nada en el interior de aquella habitación pero el olor que ésta desprendía le echó para atrás en acto reflejo. Estaba completamente a oscuras. Lein dejó paso a Calavera Negra el cual no dudó un instante en entrar. Iluminó con su linterna el lugar mas lo que vio le dejó sin habla y completamente estático. Luffy observó como el joven comenzaba a temblar y la linterna calló a sus pies. Entonces pudo verlo. Un joven amarrado con cadenas a una mohosa silla. Pero ese no era el problema... su cuerpo estaba consumido y su rostro completamente descarnado. Había muerto de hambre y por deshidratación, de eso no había duda. Retiró rápidamente la vista de aquella grotesca escena. Su muerte había sido lenta y cruel. Sintió náuseas solo de pensarlo.
— Como prometí, no le toqué mientras trabajabas para mi y te dije que le soltaría una vez me entregases a Luffy — aquellas palabras cargadas de veneno hicieron despertar del trance donde se encontraba sumido Calavera Negra —. Pero nunca mencioné que tendría que cuidar de él, ¿verdad? Como ya te he dicho, soy un hombre de palabra.
— ¡¡¡¡MALDITO SEAS!!!! — como una exhalación se lanzó contra Lein, derrumbándolo con fuerza contra el suelo. Le agarró del cuello y propinó un fuerte puñetazo en aquel rostro que tanto odiaba —. ¡¡¡CABRÓN!!! ¡¡VOY A MATARTE!! — sin que él se diera cuenta las lágrimas salían desesperadas, como su temblorosa voz.
Pero en seguida Lein contraatacó empotrándolo contra la pared del oscuro pasillo. Luffy se sintió un lastre por no poder hacer algo, aquellos malditos amarres le tenían demasiado debilitado. Sus captores se dirigieron a Calavera Negra, pero él era mucho más ágil que aquellos dos mastodontes. Entonces sonó un disparo que dejó en silencio a todos los presentes. Luffy miraba anonadado de donde provenía el disparo. Calavera Negra solo atinó a tapar la herida de su estómago, la cual sangraba copiosamente, su vista comenzó a nublarse rápidamente y vio a ese maldito Lein reír como siempre hacía. Aquella sonrisa era lo que más odiaba en el mundo. No podía rendirse ahora, no podía morir hasta ver muerto a ese desgraciado. Consumió todas las fuerzas que le quedaban para salir de aquel maldito agujero, tan rápido como le permitieron sus piernas. Escuchó la voz de Lein ordenar a sus hombres que él debía morir. No le daría ese gusto. Pero sus fuerzas desaparecían con cada paso, con cada respiración, con cada latido de su débil corazón, hasta que su cuerpo no pudo soportarlo más y calló a las aguas del oscuro mar, siendo la Luna único testigo de su desgracia.
Luffy aún observaba con horror a aquel hombre, ya aborrecía esa maldita sonrisa de su rostro. Lein envainó el arma y cerró la puerta de la prisión como si nada hubiese ocurrido. Ya no pudo aguantarlo más y explotó en cólera.
— ¿¡Cómo has podido hacer algo como eso?! ¡¡HAS ASESINADO A ESE CHICO A SANGRE FRIA!! — su furia era visible, mantenía los ojos desorbitados por el odio —. Dejarle... dejarle morir lentamente de ese modo... eso es demasiado cruel ¡¡No tienes perdón!! ¡¡NO PUEDES TRATAR ASÍ A TUS COMPAÑEROS!!
— Para empezar, no son mis compañeros. Y esto a ti no te incumbe — clavó su mirada en la de Luffy, sus ojos eran fríos como el hielo - No deberías sentir lástima por ellos. Calavera Negra fue quien te secuestró, ¿o debo recordártelo?
— Eso no me importa — Luffy mantuvo fija la mirada en ese hombre, no se dejaría intimidar así por él —. Si eres incapaz de sentir nada ante esto es por que eres un monstruo. Además, yo nunca he sido rencoroso — apareció en su semblante una leve sonrisa ladeada, mostrando así confianza en sus palabras. Lein le miró con odio y soltó un golpe en el rostro del pirata.
— Llevadlo a mi camarote, tal vez tenga peor suerte que nuestro amigo Kian — esas palabras las dijo de un modo tan siniestro que a Luffy se le heló la sangre. Su mente empezaba a ordenarse tras su secuestro y como si de un mantra se tratase, comenzó a llamar mentalmente a Zoro una y otra vez, como si aquello le sacase de las tinieblas para estar cada vez más cerca de la libertad. Lo que deseaba en ese instante es que sus compañeros estuviesen a salvo. Aunque ahora lo más incierto era su propio destino. ¿Volvería a ver a su espadachín? Aquella duda lo estaba matando y se culpó por haber sido tan despistado. Por no tener claro sus propios sentimientos. Por dejar que las cosas terminasen así. Ahora se arrepentía de no haber confesado la verdad a Zoro.
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Sus pasos le llevaron hasta aquella desolada playa. Había recorrido todo el pueblo en busca de su capitán y no había encontrado nada, ni siquiera alguna pista del paradero de Luffy y aquello lo hundía por completo. Se regañó mentalmente por pensar que él había muerto, aquello no era una opción. Se negaba en rotundo a pensarlo. Él no podía estar muerto. Apenas podía pensar con claridad, sintió una frustración que no había sentido desde que murió Kuina. Si, era casi igual pero esta era una sensación mucho más fuerte y eso le ahogaba. No podía desmoronarse ahora. Debía permanecer sereno como siempre estaba cuando había algún problema. Claro que ahora la situación era diferente. Si algo le hubiese pasado a Luffy ¿que iba a ser de él?
Siguió caminando por la árida playa y vio una sombra en la orilla que le desconcertó, se dio cuenta enseguida de que no era una sombra, sino el cuerpo de un hombre. Comenzó a correr hasta llegar al cuerpo que permanecía mojado y empapado de sangre. Zoro dio la vuelta al hombre para comprobar que seguía con vida pero al hacerlo se quedó de aturdido. Era aquel hombre. ¡El desgraciado que engañó a Luffy! El rencor corría por sus venas pero aquella advertencia que anteriormente le hizo, cruzó su mente de nuevo "será mejor que protejas aquello que es importante para ti... antes de que sea demasiado tarde". ¿Por qué le previno sobre ello? Por inercia comprobó su pulso. Aun le latía el corazón, pero muy débilmente. Zoro odiaba a ese hombre, pero no podía dejarle morir por el simple echo de que era el único que podía saber que había pasado con su capitán. Luego, tomaría su venganza.
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El camarote del capitán Lein era bastante amplio y muy elegante. Los dos hombres fornidos le dejaron sentado sobre la cama y se marcharon, seguidos por su capitán. Luffy se preguntó que querrían esos tipos de él. ¿Sería algún tipo de venganza? Sin quererlo recordó lo ocurrido hacía unos instantes en la celda y sintió una mezcla de emociones difícil de asimilar. Dolor, lástima, impotencia... Pero sobre todo odio. Odio hacia aquel capitán hecho de piedra. ¿Qué habría pasado con Calavera Negra? Luffy quería convencerse de que logró huir, pero esa herida no tenía buena pinta. Esos pensamientos le recordaron su propia situación. Además también estaba herido en el brazo.
Como si hubiesen leído sus pensamientos un hombre anciano entró al camarote con varios ungüentos y trapos. Parecía un curandero. Se acercó a Luffy y comenzó a tratar su herida para que dejase de sangrar. Luffy se sorprendió bastante. ¿Le herían y ahora le curaban? No entendía nada.
— Así está mejor — afirmó el anciano. A Luffy le agradó la sonrisa del hombre, no parecía ser tan malo como el resto de los tripulantes.
— Jejejejeje. Gracias, anciano — ahora su herida estaba curada. Seguía doliéndole pero al menos no se desangraría —. ¿Pertenece a la tripulación?
— No me está permitido hablar con los prisioneros — notó que el anciano sentía cierta incomodidad por aquello —. Son órdenes del capitán.
— Emm — Luffy decidió arriesgar el todo por el todo —. Estas cadenas me hacen mucho daño. ¿No me las van a quitar?
— ...
— ¿Podrías quitármelas? Me debilitan demasiado y siento que me mareo — Luffy intentó darle un poco de dramatismo a la situación para dar pena al ancianito —. No creo que pueda soportar esto mucho más. Por favor.
— ¡Tengo que irme! — sin más el anciano se alejó de allí dejando solo y abandonado al joven pirata.
— ¡No! ¡Espera! — pero ya era demasiado tarde. De nuevo se encontró solo en aquella ostentosa habitación y suspiró resignado —. Que mala suerte tengo. ¿Le habré asustado?
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Zoro había permanecido en un incómodo silencio desde que dejó al debilitado joven en una de las habitaciones de la casa de Eelin. Chopper llevaba horas intentando estabilizar al malherido y el resto del grupo no había mencionado nada acerca de la desaparición de Luffy. Ya estaba harto de esperar sin hacer nada., subió las escaleras y abrió la puerta de la habitación sin ningún tacto. Chopper se sorprendió por la agresiva entrada del espadachín y casi consiguió caer del taburete donde se encontraba.
— Zo-Zoro!! No me des esos sustos!
— Necesito saber como se encuentra, ¿va a despertar? — desesperado se acercó al cuerpo que yacía inmóvil en la cama y lo meneó por los hombros —. ¡¡Despierta ya, maldito desgraciado!!
— ¡¡No hagas eso, Zoro!! Vas a empeorar las cosas ahora que había logrado estabilizarlo... — Chopper no sabía que hacer para alejar de allí al colérico espadachín.
— Déjale en paz, Zoro ¿no ves que vas a abrirle la herida de nuevo? — la que habló fue Nami, quien permanecía en el umbral de la puerta observando la escena —. Tarde o temprano despertará.
— Eso no lo sabes — su mirada echaba fuego.
— ¿Crees que eres el único que está preocupado por él? — Nami se acercó lentamente hasta Zoro —. Todos queremos que Luffy esté bien, ¡pero alterándote así no vas a hacerle ningún bien!
— Maldita sea — lanzó su puño contra la pared conteniendo la rabia e impotencia que sentía en ese momento —. Tiene que despertar.
— Lo hará — Nami posó su mano en el fuerte hombro del espadachín en señal de apoyo —. Creo que deberías descansar un poco hasta que eso ocurra.
— Me niego — contestó Zoro con decisión en sus palabras —. Debo estar presente para cuando él despierte. Haré la primera guardia.
— De eso ni hablar, no has dormido en toda la noche.
— ¡HE DICHO QUE ME QUEDARÉ AQUÍ!
— Zoro — la vocecita de Chopper irrumpió la discusión de los dos jóvenes —. Creo que es conveniente que yo haga la primera guardia, por si surgen complicaciones. Luego podemos turnarnos.
Zoro al verse derrotado por ambos, salió de allí bastante irritado. No quería pagarlo con sus amigos pero no pudo evitarlo. La vida de Luffy dependía de la vida de ese otro hombre. Se sintió culpable por demasiadas cosas. ¿Cómo pudo dejarle solo? Lo más triste es que había caído en la trampa de esos hombres. No debió haberle echo caso a su capitán, si hubiese permanecido a su lado contradiciendo sus órdenes nada de esto habría ocurrido. Pero él debía obedecerle ¿o no? De todas maneras, se sentía culpable por todo lo que estaba pasando.
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No le soltaron en ningún instante, permanecía con las manos atadas y Luffy empezaba a incomodarse (y a aburrirse) como nunca. Los dos fortachones le dejaron en el camarote del capitán Lein, el cual no volvió por ahí desde entonces y tampoco volvió a ver a aquel extraño anciano. A Luffy le había dado tiempo para pensar y recapacitar algunas cosas. Ahora no tenia nada mejor que hacer. Recordó lo que ocurrió la anterior noche y se sintió peor de lo ya se sentía, aquellas hirientes palabras dirigidas quizás a la única persona en el mundo en quien confiaba y por la que entregaría su vida sin contemplaciones: "No quiero que vuelvas a protegerme nunca más. Ahora vete...” “¿Cómo pude decirle eso? Pero si no lo hubiese hecho, tal vez él estaría ahora en peligro. Es mejor así". Sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar a alguien abrir la puerta con llave y vio, para su desgracia, que se trataba de aquel capitán engreído. Intentó mantener la compostura, pero era algo casi imposible pues odiaba a ese hombre con todas sus fuerzas.
— No me mires así, sombrero de paja — su sonrisa burlona nunca desaparecía de su rostro —. Pronto te cuidarán otras personas. Y no creo que sean tan amables como yo, créeme — se dirigió sigilosamente hasta el pequeño pirata, sin dejar de desafiarle con la mirada. Luffy se mantuvo quieto, sentado en aquella cama. Un montón de alarmas empezaron a sonar en su cabeza, debía tener cuidado con ese hombre. El único problema es que se encontraba demasiado debilitado por culpa de aquellas cadenas y eso sin mencionar que no había probado bocado desde el día anterior. Lein se acercó hasta la cama y de nuevo agarró el mentón del muchacho tal y como hizo unas horas antes —. Dime, sombrero de paja, si tan bueno eres ¿como has podido caer tan fácilmente?
Luffy contuvo su lengua, no iba a ser provocado por semejante jueguecito. Sabía que quería enfadarle, pero no lo conseguiría. Al no obtener respuesta Lein se impacientó, mas no dejó entreverlo a su prisionero. Se acercó aun más a aquel rostro cubierto con una cicatriz y continuó hablando, pero esta vez era más un sutil susurro.
— ¿Dónde has dejado tu sombrero? — nada, ninguna emoción aparecía en el semblante del muchacho. Lein decidió jugar aun más sucio —. Ya que parece que no quieres entablar una conversación conmigo, se me ocurren varias cosas que podemos hacer.
Sin darle tiempo a pensar, Lein besó con furia los labios de Luffy. Le recostó sobre la enorme cama, ansioso por despojarle las ropas al pequeño pirata y de paso también su orgullo. Luffy luchaba como podía por quitarse de encima semejante energúmeno, pero sus fuerzas flaqueaban a cada instante. Lein se alegró de verle luchar como una pequeña ratita, eso le animó a continuar con aquel juego enfermizo. Posó sus manos por el torso del joven, acariciándolo apasionadamente mientras besaba su cuello y su rostro. Hasta que decidió llegar más allá. Introdujo la mano entre los pantalones del pirata dispuesto a arrancarle más de un suspiro a esa boca insolente. Luffy casi dejó escapar un grito de la impresión, al notar esa enorme mano acariciándolo con fuerza. Sintió como todo le daba vueltas y quería morirse allí mismo antes de que algo así pasara. Sin poder evitarlo notó como sus ojos se llenaban de lágrimas pero por nada del mundo las dejaría caer, no le daría ese gusto a su enemigo.
Lein se percató del malestar del muchacho al instante. Le miró a los ojos fijamente sintiéndose el amo y señor del mundo y lo que vio en ellos le encantó, el miedo que sentía Luffy alimentaba su ego hasta el cielo. Aquello era más que suficiente, lentamente sacó la mano de aquel íntimo lugar para aprisionar el cuello del muchacho con ambas manos. Luffy apenas se movía, mantuvo la mirada perdida en algún lugar de esos fríos ojos. Lein acercó su rostro y le susurró tranquilamente en el oído.
— ¿Ves? No me costaría nada someterte — dejó escapar una risa algo maliciosa —. No puedo creer que seas tan fuerte como dicen. Y otra cosa, si vuelves a desobedecerme podría ocurrirte algo peor que esto, ha sido un aviso pero puedo llegar a ser muy duro y no me gustaría hacerte daño, sombrerito de paja — la ultima frase la dijo con burla y se alejó del inmóvil cuerpo del pirata. Abrió la puerta de la habitación y como tal vino, se fue.
Luffy no pudo sentirse más miserable. De nuevo el odio volvió a su cuerpo como si fuese lo único que sentía en esos momentos. Se juró en silencio que no volvería a bajar la guardia ante ese maldito hombre. Aunque no le quedasen fuerzas desafiaría aquella mirada de hielo y no volvería a caer en sus garras.
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Sintió como zarandeaban su brazo suavemente, abrió los ojos de golpe maldiciéndose por haberse quedado dormido. Fue Chopper quien le despertó, al parecer su turno de guardia ya había concluido. Sin decir palabra se levantó para dirigirse al cuarto del convaleciente. Se sentó frente a la austera cama, observando a aquel hombre. ¿Quién demonios era ese tipo? Parecía haber recuperado algo de color y no se veía tan malherido como esa misma mañana. Sin duda Chopper era un gran médico. Dejó escapar un largo suspiro, estaba agotado. Aun así algo no le cuadraba, ¿por qué le encontró medio muerto en la orilla del mar? ¿Quién le había disparado? Sus pensamientos fueron interrumpidos por una débil voz. Provenía de aquel hombre. Tan débil como un susurro pero aun así logró escuchar lo que dijo entre sueños. Zoro lo miró extrañado, ese nombre no significaba nada para él, " ¿Kian? ¿Quién demonios es Kian?". Se enderezó en su asiento, esperando impaciente a que ese joven despertara. Enseguida comenzó a dejarse vencer por el agotamiento y sus párpados se cerraron lentamente.
Su cuerpo pesaba demasiado como para moverlo, tampoco podía abrir los ojos ¿o no quería hacerlo? Solo podía sentir la desesperación y el dolor crecer en su interior, como si aquellos tiempos en los que su vida era un regalo de los dioses fuese una farsa. Como si todos aquellos años se marchitasen de golpe como una pobre flor. Sus recuerdos se mezclaban con el presente, todo su universo cayó al oscuro abismo de la muerte tras ver el triste final de Kian y con él su propio final.
***FLASHBACK***
Pudo notar como los rayos del sol calentaban su rostro, aquel verano estaba siendo muy caluroso, aunque eso no le importaba demasiado. Lo más importante era el echo de estar en ese puerto. El olor del mar inundaba aquel ajetreado lugar, miles de mercaderes vendían a voz en grito sus productos, marineros iban y venían de enormes navíos preparados para emprender otro de sus miles viajes y él permanecía a la espera de su próximo cliente. No podía quedarse mucho tiempo por allí, si le reconocían estaba perdido. Así es, tenía una orden de busca y captura. Era el famoso caza recompensas Calavera Negra. No simpatizaba demasiado con la marina y no podía permanecer demasiado tiempo en un mismo lugar.
Él ni siquiera imaginó que trabajaría para unos piratas pero la cosa era sencilla y rápida, por eso no quiso rechazar el trabajo. Tan solo debía secuestrar a un tipo llamado Lyon y entregárselo al capitán. Al parecer era un contrabandista que les engañó en uno de sus trueques y quería venganza por ello. Tampoco le importaba, no quería saber nada acerca de ellos. Haría el trabajo y se iría. El problema surgió cuando el capitán de los Esqueletos Rotos (si, ese era el nombre de la banda pirata) quiso supervisar SU trabajo. Él siempre actuaba solo, odiaba tener a alguien pendiente de él y de sus movimientos. Debía informarle de todo cuando ocurría y eso lo desquiciaba. Por desgracia el tal Lyon había ocultado muy bien sus huellas, sabía que iban por él. De repente un niño tiró de su gabardina y le hizo una señal para que escuchase.
— Un hombre me ha dicho que le espera en la posa de los Cuervos, señor.
Revolvió los suaves cabellos del chaval y se encaminó a dicha posada. Al llegar se dio cuenta de que aquel lugar permanecía cerrado al público, pero un par de fornidos hombres le dejaron pasar sin mencionar palabra. El lugar era bastante amplio y solo estaba iluminado por un par de candelabros. Aquello le daba un aire bastante tétrico al lugar. Observó a las personas que permanecían sentadas en una de las mesas. Reconoció enseguida al Capitán Lein, esta era la segunda vez que veía su rostro y debía admitir que nunca le agradó ese hombre. Poseía algo en su mirada que le perturbaba. El capitán hizo una señal para que se sentase frente a él y Calavera Negra obedeció sin más.
— Y bien, esta es la segunda vez que nos vemos — comenzó a decir el capitán —. Ya sabe de lo que trata el trabajo y las condiciones que conlleva, ¿va a aceptarlo? — Lein le miró inquisitivamente.
— Aun queda hablar de la recompensa que voy a obtener.
— No se preocupe por eso, se le recompensará, Calavera Negra.
— Acepto el trabajo. Mas le vale que la recompensa me satisfaga — mencionó cruzándose de brazos mientras acercaba su rostro al capitán Lein.
— Ja, ja, ja, ja.... — Calavera Negra se sorprendió por el repentino cambio de humor de ese sombrío hombre —. Eres listo, ¿quieres un adelanto?
Justo cuando iba a contestar (un rotundo SÍ) un muchacho apareció de la puerta que daba a las alcobas de la posada. No pudo despegar sus ojos de aquella mirada celeste tan triste, algo en su interior se removió como si de un remolino se tratase. Nunca había sentido algo así y se lo recriminó mentalmente. No podía perder la concentración en ese momento. Debía aparentar calmado. El joven miró a Lein y se acercó hasta quedar tras él, sin moverse. Calavera Negra aún no quitaba la vista del rubio muchacho y Lein se percató de ello.
— Kian, te dije que estaba ocupado — agarró el brazo del joven para acercarlo a su rostro y besarlo con fuerza. El joven le devolvió el beso, muy sumiso. Calavera Negra observaba la escena un poco perplejo pero intentó no inmutarse por ello —. Como le decía a Calavera Negra., habrá que darle un adelanto ¿verdad?
Kian seguía medio inclinado sobre Lein, pero esta vez alzó su mirada posándola en los ojos de Calavera Negra. Su semblante pareció cambiar, ahora no parecía tan triste. Tal vez lo había malinterpretado todo. Pero tenía un matiz extraño esa mirada. Algo parecido al rencor. Calavera Negra apartó la mirada, volviendo su vista al Capitán. Asintió con la cabeza y se levantó de la silla con una tranquilidad pasmosa. Sus andares de gato no pasaron desapercibidos para ninguno de los presentes y antes de que saliese por la puerta Lein le dio las instrucciones de su nuevo trabajo.
— Comenzarás mañana y no trabajarás solo — añadió para recordárselo —. Además, pasarás las noches en esta posada junto a nosotros hasta que el objetivo sea descubierto. Y tal vez esta noche tendrás el adelanto de tu recompensa — sin mencionar palabra, el joven moreno salió de la posada sin más.
**********
Aquel día había sido bastante sofocante y no precisamente por el calor que hacía en esa ciudad portuaria. Odiaba sentirse controlado por alguien y menos si ese alguien era un pirata engreído como Lein. Sin poder creerlo se encontró descansando en aquella posada llamada Los Cuervos, junto a todos esos piratas. Al fin en su habitación se deshizo de su larga gabardina negra, estaba bastante agotado. Lein le ordenó empezar mañana el trabajo pero él comenzó a buscar y recolectar información esa misma tarde, pero al no recibir ninguna pesquisa de dónde se encontraba ese tipo empezó a desanimarse. Se tumbó boca arriba sobre la amplia cama, iba a desabrocharse el pantalón cuando oyó unos leves golpecitos en la puerta.
Sin muchas ganas se levantó de su cómoda cama y abrió la puerta con cara de pocos amigos. ¿Que demonios querrían ahora esos piratas inútiles? Pero cual fue su sorpresa al ver al joven Kian frente a él, con una mirada muy seria. Aun así se sorprendió más al darse cuenta de que se había quedado embobado y con la boca abierta al verle allí. Rápidamente recuperó la compostura pero Kian hábilmente se coló dentro de la habitación cuando el moreno andaba despistado.
— ¿Se puede saber que haces aquí? — estaba tan confuso que le era imposible ocultarlo. Es cierto que tampoco le molestaba que el joven estuviese ahí, es más, tenía ganas de verlo pero sabía que eso era una locura. Entonces Lein vino a su mente y también la imagen de aquel beso. Ese mismo día descubrió que Kian era su “amante” —. ¿Sabe Lein que estás aquí?
— Claro que lo sabe — el joven se giró y miró con sus inexpresivos ojos a Calavera Negra —. Yo soy el anticipo de tu recompensa.
Intentó asimilar esas palabras. ¿Lein le mandaba a su amante como pre-pago? ¿Pero que clase de tipo era ese? Todos sus pensamientos fueron interrumpidos de golpe al sentir unos dulces y suaves labios sobre los suyos. Abrió los ojos de la impresión, él nunca había besado a un hombre y se le hacía demasiado raro. Intentó apartar delicadamente a Kian pero el rubio se amarró a él con fuerza y le tumbó sobre la cama. Kian se situó encima del moreno mientras se quitaba la camisa. Comenzó a frotar su cuerpo contra el caza recompensas y le agarró del cabello para profundizar el beso.
Al notar como una de las manos de Kian iba directa a su entrepierna, Calavera Negra apartó al muchacho por los hombros y le obligo a quitarse de encima, todo lo cuidadoso que podía ser en esa extraña situación. Kian le miró alzando una ceja, parecía confundido. El moreno dejó escapar un suspiro recogiendo la camisa de Kian. Le miró y se dio cuenta de la oportunidad que había perdido pero no iba a dar marcha atrás. Un hombre no es una moneda de cambio. Al menos no de "ese" modo.
— Kian, será mejor que te pongas esto cuanto antes — le dijo al muchacho que permanecía callado y bastante confundido —. Y sal de aquí.
— ¿No quieres follarme? — Calavera Negra se sonrojó hasta las cejas y desvió su mirada hacia la puerta.
— Por dios, eres un crío — volvió a dirigir la mirada a esos orbes azules —. No te aceptaré a ti como anticipo.
— ¿Por qué no? Soy muy bueno, o al menos eso es lo que me dice Lein — se levantó sensualmente de aquella cama y se acercó al moreno. Quedó frente a él mirándolo fijamente —. Yo si quiero follarte.
— ¿Cómo vas a querer hacer eso conmigo? No nos conocemos... — Casi no podía creer las insinuaciones del chico. Cuando lo vio por primera vez parecía un joven tímido y triste. Ahora era casi todo lo contrario. Su asombro era notoriamente visible y no pudo ocultar su rubor — No, no puedo tomar a otra persona como pago de algo. ¿Entiendes? No es por que seas tú.
— Entonces no eres ese tipo de persona — el joven parecía recapacitar algo que a Calavera Negra se le escapaba, aquello no tenía ningún sentido —. Mañana Lein tiene pensado salir a las ocho. Espero estés abajo a esa hora, por tu propio bien — por un momento el moreno vio algo en sus ojos que le sobrecogió. Juraría haber visto de nuevo aquella mirada triste, pero tan rápido como surgió, ésta desapareció dejando consigo solo un amargo sentimiento en su pecho —. Buenas noches, Calavera Negra.
— Khal.
— ¿Cómo?
— Mi nombre es Khal.
El muchacho dejó atisbar una leve sonrisa y se marchó sigilosamente dejando allí a un hombre completamente confuso, nervioso, indefenso a sus encantos y perdido en sus pensamientos.
Como Kian le advirtió, a la mañana siguiente Lein le esperaba abajo. Le entregó la custodia de tres de sus hombres para aquel trabajo. Calavera Negra no podía negarse, ese era el trato. Pero no mencionó nada a Lein de su "anticipo" en el pago por el trabajo que iba a realizar. Solo recordarlo hacía que se le subiesen los colores de golpe. Esa mañana no había visto a Kian y en cierto modo lo agradecía. Ese día fue bastante exhaustivo, pero con resultados. Obtuvieron importante información en el mercado negro, al parecer Lyon se había cambiado de nombre y había comenzado un nuevo negocio.
Esa noche buscó a Lein para informarle de las nuevas noticias respecto a la misión, pero no encontraba al hombre por ningún lado. Ya eran las diez de la noche y él ni Kian habían aparecido en la cena. Quería darle la información él mismo y negociar lo del dinero así que pensó subir a su habitación y si hacía falta le amenazaría con dejarlo. Según se acercaba a la habitación del capitán podía oír más claramente sonidos de una pelea. Aun sabiendo la imagen que encontraría al otro lado llamó a la puerta y se mantuvo frío e impasible como el caza recompensas que era.
La puerta se abrió y observó con desprecio aquella escena. Kian permanecía de rodillas en el suelo, intentando defenderse de su agresor. Su ropa estaba prácticamente echa jirones y sangraba por todos lados. Lein tenía en sus manos un enorme látigo y al parecer el muchacho le contraatacó, pues tenía un lado de su rostro hinchado y morado. Bien por Kian, pensó Khal. Cada vez odiaba más a aquel hombre de fría mirada. Sus ojos volvieron a recaer en Kian. Antes no se había fijado bien pero tenía el cuerpo lleno de cicatrices, parecía ser que esto no era algo novedoso en ellos. Lein le miró con desdén y ordenó que cerrase la puerta. Khal obedeció pero nunca imaginó que ese desgraciado volvería a lastimar a Kian, o al menos no en su presencia. Cada golpe que recibía el joven a él le dolía en el alma, pero Kian no mostraba ningún sentimiento en su rostro aparte de rencor. Aquella mirada de nuevo. Ningún sonido salió de su boca y al parecer eso era lo que más molestaba a Lein. Khal ya no pudo aguantarlo más e interceptó uno de los latigazos con su mano.
— ¿Y bien? — preguntó Lein con enojo por la intromisión.
— Vengo para informarle de la misión, tal como habías pedido en el trato, capitán — el "capitán" lo soltó con los dientes apretados y odio contenido. Khal no podía ignorar el echo que ese joven despertaba en él unos sentimientos que nunca pensó que sentiría. No podía dejarle sin más a merced de ese hombre. No le permitiría que le hiciese más daño. Pero ¿que pasaría cuando acabase la misión? Le contó con desgana los detalles del día, mientras observaba simuladamente si Kian se encontraba bien. Era un muchacho fuerte.
— Bien, ¿eso es todo? — Khal asintió con la cabeza —. Entonces puedes retirarte.
— Si, pero antes si me lo permites, me gustaría saber porqué lastimas así a tu amante — intentó mantener la mirada fría, desafiándole en silencio. Aunque la estridente risa de Lein le desconcertó un poco.
— ¿Mi amante, dices? — se sentó majestuoso en su sillón de piel —. Este pobre desgraciado no es mi amante. Si le quiero pegar, lo hago, si quiero tener sexo con él, lo violo. En otras palabras, es mío y puedo hacer con él lo que me plazca. Sus padres no pudieron pagarme la deuda que me debían y a cambio me dieron al chico. Creo que yo salí ganando con el trato, ¿verdad? — miró a Khal con superioridad —. Es mi juguete, debe aguantar todo pues soy su amo. Está conmigo desde que tenía once años y si se marcha, le espera la pena de muerte por traición.
— ... — Khal no mencionó palabra alguna, aquello le sentó como una jarra de agua fría. Sentía algo por el chico que no sabía bien que era, o más bien lo sabía pero no podía aceptarlo sin más. Se estaba metiendo en una guarida ardiendo y salir sin quemarse de allí iba a ser difícil. Dio media vuelta sin mirar una sola vez atrás.
Los siguientes días fueron bastante más monótonos, no encontraba nuevas pistas que seguir y eso le ponía de más mal humor del que ya tenía. Pocas veces más vio a Kian tras la noche en la que averiguó el pasado del pobre muchacho. En cierto modo se negaba a continuar con el trabajo pues entonces dejaría de verle y eso le atormentaba. Pero le dolía aun más verle con ese sádico de Lein. Se juró en ese mismo instante que le sacaría de allí. Cuando terminase la misión escaparía con él. Los dos juntos...
***FIN FLASHBACK***
— Los dos juntos... — murmuró medio consciente, le pesaban los párpados pero tenía que abrirlos. No se iba a rendir ahora —. Juntos.
Al oír ese suave murmullo Zoro levantó la mirada extrañado y observó como el joven que tenía delante abría lentamente los ojos. Hizo amago de levantarse pero no parecía encontrarse demasiado bien. Zoro se levantó de golpe para buscar a Chopper, pero algo le detuvo. Esas orbes casi sin vida le miraban perdido, pero Zoro le aferró de los hombros sin poder controlar sus propios nervios.
— ¿Que ha pasado con Luffy? ¡Estoy seguro que tú lo sabes! ¡DIMELO! ¿¡¡DONDE ESTÁ LUFFY!!? — al ver que el joven no contestaba su impaciencia crecía mas y mas.
De pronto la puerta se abrió de golpe, Robin había oído los gritos de Zoro y le separó del convaleciente. Al oír el alboroto, Chopper y Sanji también hicieron acto de presencia. Chopper se acercó al paciente y le hizo un exhaustivo chequeo. Robin sacó de allí al alterado espadachín, deseando que pronto averiguasen algo sobre su capitán. Sanji también bajó y se dirigió a la cocina. Prepararía algo para comer, aquel hombre se veía algo débil y necesitaría fuerzas para lo que se le venía encima, especialmente si ese algo era un espadachín muy cabreado.
Tras pasar una media hora, Chopper bajó para hablar con sus compañeros, los encontró a todos reunidos en el salón. También estaban Eelin y Yastar. No le gustaba lo que estaba pasando. Además lo que le dijo ese hombre le estaba mortificando, ¿por qué se lo contó a él? ¿sería verdad? Todos parecían esperar a que dijese algo, pero el reno únicamente se sentó en un enorme sillón, se le veía bastante agotado. Sanji apareció de la cocina con varios platos en las manos.
— Será mejor que comáis algo para reponer fuerzas, muchachos — indicó Sanji para animar un poco al grupo —. También he preparado algo para el paciente.
— Será mejor subirlo un poco más tarde — mencionó Chopper en un susurro, aquella imagen de ese hombre, desgarrado por el dolor, atormentaba su mente —. Ahora necesita descansar.
— Y un cuerno, necesitamos que nos cuente YA donde está Luffy. Y saber qué demonios ha pasado — dijo Zoro, tragando saliva ante la idea de que su capitán estuviese muerto.
— No va a ser necesario — empezó a decir el reno —. Me ha dicho que quiere hablar contigo, Zoro.
— ¿Qué? ¡Pues en ese caso voy ahora mismo!
— ¡¡NO!! — gritó Chopper con tristeza —. Ahora no, dale un poco de tiempo. ¿Vale? Antes tengo que deciros lo que me ha contado — Zoro volvió a sentarse, estaba desesperado —. Luffy ha sido capturado por la banda pirata de los Esqueletos Rotos, me ha dicho que aun estaba con vida la última vez que le vio. Y lo más seguro es que no le maten. No me ha dicho nada más referente a Luffy, de verdad.
— Oh, maldita sea... — Zoro ocultó el rostro entre sus manos. Luffy seguía con vida, eso era cuanto quería escuchar en ese instante pero entonces una sombra cruzó su semblante —. Esa banda pirata, ¿su capitán es un tal Lein? — un sudor frío recorrió su cuerpo al ver al renito asentir afirmativamente. Conocía a Lein. Al fin y al cabo era un caza recompensas antes de unirse a la banda de Luffy. Ese pirata era famoso por la crueldad con la que trataba al enemigo y a sus prisioneros. Además, había otro detalle que le heló la sangre. Sabía que ese degenerado tenía una lista incontable de amantes, tanto femeninos como masculinos. Su mirada se perdió en la lejanía de la sala, apretando los dientes con furia —. Si ese desgraciado osa tocarle un pelo le mataré.
Todos le observaron en silencio. El hombre que descansaba en aquella cama de arriba era la clave para ver de nuevo con vida al despreocupado capitán. Chopper no podía dejar de pensar en esas tristes palabras, aquel rostro angustiado y aquella mirada tan llena de dolor. Algo muy cruel le había pasado a ese chico, tenía un shock demasiado fuerte, repetía una y otra vez la misma frase: "Kian ha muerto... ha muerto... le mataré... mataré a ese hombre... lo juro... lo mataré por asesinar a mi única razón para vivir...". Por un momento supo que se refería a ese tal Lein y las palabras mencionadas por Zoro hacia unos instantes también le sobrecogieron. Miró a Zoro y pudo ver la similitud que había en ambos chicos. Pero él parecía no darse cuenta. Chopper suspiró. Tarde o temprano lo entendería todo.
Zoro apretó con fuerza el puño intentando controlar la rabia que sentía. Ahora más que nunca se recriminó por haber sido tan descuidado, si se hubiese quedado con Luffy nada habría pasado. Debió haberse confesado esa noche, ese era su momento y lo dejó escapar entre sus dedos. Si sus caminos volvían a unirse no volvería a dudar. Se lo juró a sí mismo en silencio. Alzó la mirada y vio el sombrero de paja sobre la estantería de la entrada. Se levantó y agarró el sombrero de Luffy entre sus manos. Odiaba tener que esperar. Odiaba no tener a Luffy a su lado. Odiaba al destino por destruir su felicidad. Odiaba sentirse tan vacío sin él... pues él, lo era todo.
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Continuará...
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