sábado, 28 de noviembre de 2009

Espejismo. Capitulo III




Autora:
Amethyst
Parejas: ZoroxLuffy
Genero: Romántico, acción, tragedia
Clasificación: R: No apto para menores de 17 años
Advertencias: No
Tipo: Multichapter
Status: Finalizado

***************

CAPITULO III


**Cerró los ojos al sentir cómo el calor recorría su cuerpo cuando notó algo húmedo sobre sus labios. Abrió de golpe los ojos y vio el rostro de Luffy pegado al suyo. Luffy... ¿le estaba besando?**


Zoro apenas podía creer que aquello estuviese ocurriendo. Sintió la lengua de Luffy moverse con avidez en su boca y eso lo desconcertó. Sin dudarlo por más tiempo empujó a Luffy lejos de él y se maldijo por haber caído en una trampa tan predecible como esa. Luffy cayó boca arriba y levantó la mirada hasta posarse en los ojos enfurecidos del espadachín. Lo observaba con desdén y una sonrisa maliciosa en el rostro.


— Eres muy listo, Roronoa Zoro — afirmó aquel hombre de mirada superficial, aún con el semblante de Luffy en el rostro —. Pero aún así, caíste en la trampa.


— ¡Acabemos con esto de una vez! — Zoro desenfundó su katana y acometió contra aquel hombre sin tregua —. ¡¿Qué demonios pretendes hacer con Luffy!?


Pero el joven no respondió, se dedicó a esquivar las embestidas del espadachín lo mejor que podía y su rostro cambió por completo. Volvía a ser aquel hombre pálido con el tatuaje de una calavera negra en su torso desnudo. Su gabardina roja se movía al viento, poseía una mirada inquietante y vacía. Parecía no tener ningún tipo de sentimiento. Zoro le atacó con un movimiento inesperado y logró herirle superficialmente en el antebrazo. Se alejó un par de pasos y miró al espadachín fijamente. Zoro se detuvo y esperó unos instantes para ver que movimiento hacía el enemigo, pero el joven del piercing en el labio seguía completamente quieto. Su seriedad estaba poniendo a Zoro de los nervios.


— ¿Quien eres? — Preguntó Zoro, al ver que el joven no se movía.


— ¿Que importa eso? — su semblante mostraba una seriedad inquebrantable —. Mientras pierdes el tiempo conmigo, tu capitán yace indefenso en el fondo de este lago. ¿De verdad quieres seguir perdiendo el tiempo conmigo?


— ¿¡QUÉ!? — Zoro quedó paralizado debido a esa confesión —. Maldito...


— Te diré una cosa, Roronoa Zoro — el joven moreno saltó sobre la rama de un árbol y continuó hablando —. Ahora no vine por Luffy, pero será mejor que protejas aquello que es importante para ti antes de que sea demasiado tarde.


Sin más ceremonias el joven de ojos negros desapareció en la espesura del bosque. Pero Zoro ni miró atrás, tiró las espadas al suelo y se zambulló al agua lo más rápido posible. Empezó a buscar desesperadamente a su capitán, pero no le hallaba por ningún lado ¿y si ese chico le había mentido? Tal vez hubiese escondido a Luffy en algún otro lugar, o tal vez ¿ya era demasiado tarde? "¡NO! Eso ni en broma... ¡Luffy está vivo! ¡Voy a encontrarle aunque me cueste la vida!" Se encontraba en el centro del lago cuando vio algo moverse entre las profundidades del agua. Contuvo tanto aire como le permitían sus pulmones y se sumergió sin vacilar. Al fin le encontró, Luffy estaba atado en unas raíces de aquel lugar y parecía carente de fuerza. El espadachín nadó lo más rápido que pudo y arrancó de un tirón las fuertes ataduras, dejando en libertad el delgado cuerpo del capitán.


Como pudo subió a la superficie a un Luffy inconsciente. Zoro respiraba entrecortadamente, se sentía bastante exhausto. Nadó hacia la orilla y se dejó caer sobre la hierba húmeda. Se acercó a Luffy y pudo comprobar que latía su pulso, pero su capitán no respiraba. "No, no, no, no, ¡NO! ¡¡Luffy!! Por favor, respira... no puedes hacerme esto". Se acercó a aquellos labios que tanto deseaba besar en otras ocasiones, pero ahora apenas pensó en ello. Solo deseaba hacerle despertar, en tenerle de nuevo a su lado sonriendo.


Desesperadamente acercó sus labios a los de Luffy y le hizo la respiración artificial, apretó su pecho con pequeños golpes, haciéndole llegar el aire. Así pasaron unos segundos, fueron los más angustiosos de su vida. Cuando se disponía a darle aire de nuevo, Luffy escupió todo el agua que había tragado y empezó a respirar con dificultad.


Zoro se alejó un poco para darle algo de espacio. El más joven se sentó sobre la fresca hierba y observó de refilón a Zoro. No se atrevía a mirarle a los ojos. En aquel momento se sentía un completo inútil. Aún respiraba con dificultad y estaba empapado de la cabeza a los pies. Zoro no pudo evitar sonreírle y sin pensar en las consecuencias le estrechó entre sus brazos, ocultando las lagrimas que pugnaban por salir. Estrechó aquel abrazo aún más, sintiendo la agradable respiración del moreno en su cuello. Como deseaba a ese joven, era su vida. Si algo le ocurría al joven pirata, simplemente Zoro no podría soportarlo. Luffy cerró sus ojos con fuerza y se aferró al protector cuerpo de Zoro como si su vida dependiese de ello. Entonces volvió a sentir ese cosquilleo en su cuerpo y sus mejillas se tiñeron de un rosa claro. Hundió el rostro en el pecho del espadachín, no permitiría que Zoro le viese en ese estado. No quería parecer débil ante él. Eso nunca.


— Zoro... — hubo un breve silencio, su voz sonaba apagada y vencida —. Lo siento...


— Te llevaré a casa de Eelin, tenemos que marcharnos de aquí cuanto antes, Luffy — no deseaba soltarse de su amigo, pero debían irse de inmediato. Zoro podía presentir que algo malo iba a ocurrir si no se iban de allí, especialmente tras la advertencia de aquel hombre —. Estás muy debilitado debido al agua, yo te llevaré hasta el pueblo.


Luffy no mencionó palabra alguna, seguía con el rostro pegado al pecho de su amigo. Quería olvidar todo, todo cuanto había ocurrido en aquella condenada isla. Olvidar todo cuanto había sufrido por culpa de ese misterioso joven y de los sentimientos que creía haber eliminado de su corazón. Quiso olvidar sentirse un completo idiota enamorado. Por ese descuido, aquel hombre le había pillado con la guardia baja y aprovechó la situación para cogerle y amarrarle en las profundidades del lago. Todo el tiempo luchó contra esos sentimientos para no tener ninguna debilidad y ahora había caído preso por ellos. Por mucho que quisiera, no podía dejar de pensar en Zoro. Por mucho que se esforzase en pensar que sólo era un pequeño "cuelgue" sabía que en el fondo era mucho más y eso le daba miedo. No por amar a alguien como Zoro, si no lo que aquello implicaría. No quería verle sufrir por su culpa, sería su punto débil y lo sabía perfectamente. Se obligó a olvidar y encerrar esos sentimientos. Era demasiada responsabilidad y no estaba preparado para afrontarla. No quería ser sus alas para luego arrancárselas sin más.


**********


Zoro se sorprendió al no ver a nadie en el hogar de Eelin. Subió en brazos a su capitán hasta la habitación.


— Puedo andar, Zoro — le reprochó el moreno, mirándole como si fuera idiota —. No estoy herido de muerte.


— Claro... — Zoro le dejó sobre la mullida cama, sentándose en la suya que estaba justamente enfrente —. Luffy, sabes lo peligroso que es permanecer aquí por más tiempo. Deberíamos irnos enseguida, aún desconocemos las intenciones de ese hombre — al recordar a ese sujeto, la rabia se acumuló de golpe en su cuerpo —. Ese maldito...


— Zoro — levantó la mirada hasta el espadachín, observándole muy seriamente —. No quiero que vuelvas a cuidarme de este modo.


— ¿Cómo? — Zoro no podía creer lo que oía, esas palabras le atravesaron como un puñal. Intentó permanecer impasible pero no fue capaz de lograrlo.


— No hace falta que estés tan pendiente de mí, puedo valerme por mí mismo, algo así no volverá a pasar — retiró la vista, no podía observar aquella mirada tan asombrada y triste al mismo tiempo. Sentía un dolor agudo en el pecho, sabía que esas palabras habían herido el corazón de Zoro. Y el suyo también —. No quiero que vuelvas a protegerme nunca más. Ahora vete.


Sus palabras fueron concisas y sonaron crueles a los oídos de Zoro. Por un momento se quedó a la expectativa, esperando algún nuevo comentario de su capitán, pero no salieron más sonidos de aquella boca. Esas palabras calaron hondo al espadachín, era imposible negarlo, él solo quería que su capitán estuviese a salvo nada más. Pero, cómo dolían aquellas palabras, dichas en un tono tan frío, tan indiferente. Tragó saliva y se levantó de la cama, lentamente cruzó la pequeña habitación. Sus pies se negaban a salir de allí, agarró el picaporte de la puerta y lo giró.


— Como quieras, Luffy... — su voz sonó clara, aunque ligeramente apagada. Luffy lo notó —. Voy a buscar a los demás.


Allí se encontraba, solo en aquella habitación tal como había pedido. Ahora se sintió miserable, pero sabía que esto era lo mejor para los dos. No podía soportar ver a Zoro en apuros por su culpa. Le quería demasiado como para dejar que se sacrificara por él, nunca lo permitiría. Le apreciaba como amigo, le necesitaba como compañero y le amaba como hombre. Siempre lo supo, pero nunca dejó que esos sentimientos salieran a la luz. Estaban ocultos en las sombras, en lo más profundo de su corazón. Sabía lo peligroso que resultaría si eso llegase a ocurrir pues conocía bien los sentimientos del espadachín. Siempre había actuado indiferente hacia él fingiendo desconocer los sentimientos de Zoro. Conocía demasiado a su primer nakama, éste sería capaz de dar su vida por él y eso es lo que no quería que ocurriese. No pedía su protección, sólo su corazón.


— Lo siento, Zoro. Alejarte es la única manera que tengo para protegerte, del enemigo y de mí mismo.


**********


El atardecer cubrió el cielo de espesas nubes teñidas de rojo. El mar se mostraba en calma, tan impropio en aquellos días. Un enorme navío estaba anclado cerca de la orilla este de la isla. Era una zona virgen, con espesos bosques y una playa inmensa. Los hombres que se encontraban en cubierta estaban ocupados en sus tareas, mientras un joven de cabellos negros se dirigía al camarote más amplio del barco. La madera crujía bajo sus pies y el suave balanceo de las olas lograban calmar un poco su agitado corazón. Tuvo que llamar tres veces a la puerta hasta que ésta se abrió, uno de sus "compañeros" se disponía a salir del camarote del capitán, llevaba la ropa desarreglada y el cuerpo empañado en sudor. El moreno le dejó salir y entró sin miramiento.


Un hombre de media estatura le esperaba sentado sobre un mullido sofá rojo aterciopelado. Una sonrisa satisfecha se reflejaba en su rostro, pero Calavera Negra pasó de largo y se sentó sobre el pulcro escritorio, levantando una ceja de forma desaprobante. Suspiró y dirigió su mirada al capitán Lein.


— Vaya, Calavera Negra. Pensaba que ya nos habías abandonado — mencionó el capitán con sorna.


— Hmm... — una sonrisa falsa cruzó su semblante —. Algo me tiene atado a este lugar, ya lo sabes.


— Claro que si — se levantó del cómodo sofá y terminó de abrocharse los botones que le quedaban —. Pensé que se te había olvidado la "cita" de esta noche, amigo mío.


— Cómo olvidarlo... “amigo” — apretó con fuerza la mandíbula, dando énfasis a la última palabra mencionada...


— Entonces, ¿cómo ves el terreno? ¿Algún último detalle antes del espectáculo? — fijó sus almendrados ojos en el joven de la gabardina —. Has sido cuidadoso, ¿verdad? Dime la situación actual.


— Todo está muy tranquilo, el plan va a la perfección.


— Bien, eso espero — dejó caer levemente a un lado la cabeza, su melena castaña caía como una cascada sobre los fuertes hombros — no me gustaría que supieran que estamos aquí, Calavera Negra.


— Como ya le "he" dicho...


— No se te ocurra levantarme la voz — susurró arrastrando las palabras. Se acercó al moreno y sujetó fuertemente al joven por la nuca, mientras con la otra mano acariciaba levemente el joven rostro —. Ya sabes las consecuencias que acarrearía hacerlo — acercó sus labios a la oreja del joven, acariciándola con un ligero roce. Olió en profundidad los oscuros cabellos, sujetando ahora la melena con fuerza, obligándole a echar la cabeza ligeramente hacia atrás —. No me mires así, pececito. Ya sabes que no puedes evitar que ocurran ciertas cosas.


Se separó del joven y se dirigió a su inmaculado escritorio. Calavera Negra permaneció inmóvil esperando alguna nueva orden de su jefe. Sus ojos aún mostraban rabia contenida, mientras apretaba con fuerza sus puños. Apenas se dio cuenta de la leve herida que se hizo en ellos, la sangre escapaba de sus manos en un pequeño hilo rojo. El capitán Lein dejó escapar una risita al ver a su tripulante en ese estado. Levantó la vista y enfrentó con superioridad aquella mirada mal disimulada de odio y rabia.


— Daré la orden de un momento a otro, vuelve a tu puesto Calavera Negra.


— Sí, capitán.


Salió del camarote de Lein lo más tranquilo que pudo. Subió a cubierta, necesitaba respirar aire puro y la brisa salada del mar consiguió relajar un poco sus nervios. Respiró hondo y se dejó caer al suelo, cerca de una esquina poco transitada. En momentos así, necesitaba serenidad. El cielo cada vez se veía más oscuro, la noche estaba al caer y podía distinguir la silueta de la luna. Agarró con fuerza la cruz que llevaba en su cuello y dejó escapar un pequeño suspiro entre sus labios.


— Pronto todo acabará, te lo prometo.


**********


Zoro estuvo caminando bastante pensativo. Lo único que permanecía en su mente era la conversación que tuvo con su capitán hace unos minutos. ¿Desde cuándo Luffy se comportaba así? Siempre había dicho que los compañeros debían ayudarse mutuamente y ahora le pedía lo contrario. Y no precisamente al grupo en general, si no únicamente a él. Eso le dolía profundamente, ¿acaso había hecho algo mal? Tal vez Luffy se sentía desmoralizado porque había sido sorprendido por el enemigo dos veces consecutivas. Esa fue la única razón que encontró para justificar el malestar de su capitán, ¿qué otra cosa podía ser? Aun así, Zoro no podía dejar de protegerle, hizo un juramento y lo cumpliría. Siempre estaría ahí para ayudarle. No podía traicionar a su corazón. Andaba perdido entre sus pensamientos cuando a lo lejos divisó a sus compañeros, subían del pueblo que estaba en la costa y parecían contentos por algo. Se acercó a ellos con los brazos cruzados.


— ¿Ocurre algo, chicos?


— Buenas Zoro, no te hemos visto en casi todo el día... — contestó la joven ladronzuela animadamente.


— ¡Buenas noticias Zoro! — exclamó Usopp con brío — ¡El barco ya está reparado! En cuanto descansemos podremos continuar el viaje.


— Si, ahora hemos terminado de cargar la nueva mercancía al barco — comentó Sanji, sujetando un cigarrillo entre sus dedos.


— No creo que sea buena idea eso de descansar, Usopp — contestó el espadachín —. Si ya está todo organizado será mejor salir de aquí cuanto antes.


— Ha pasado algo — Robin no preguntó, simplemente afirmó lo que creía que era cierto —. ¿No es así?


— He vuelto a ver a ese hombre. Luffy no se encuentra en su mejor momento y no sé que se propone ese tipo. Tenemos que largarnos.


— No está herido, ¿verdad? — preguntó Chopper preocupado por el moreno. Zoro contestó negando con la cabeza


— Que pena, ¿ ya os marcháis? — preguntó Yastar un poco afligido. Pero justo cuando iba a comenzar a hablar nuevamente, un hombre mayor apareció corriendo hacia ellos. Venía en dirección del pueblo. Su rostro parecía estar desencajado por el terror y sin más fuerzas cayó al suelo de golpe.


— ¡¡Stein!! — gritó Eelin, dirigiéndose hacia el anciano. Se veía bastante demacrado y sin aliento, Eelin le sostuvo de los hombros intentando incorporarle —. ¡Aguanta! ¿Qué te ha ocurrido?


— Nos atacan... han... han aparecido de repente... unos... piratas... están quemando el pueblo... no podemos con ellos, Eelin... — el hombre estaba al límite de sus fuerzas y Eelin le sujetó con cariño.


— ¿Están atacando el pueblo? — Nami apenas podía creérselo, acababan de venir de allí —. Pero, ¿por qué?


— Será mejor ir a ver, chicos — comentó Sanji preocupado.


— Quédate aquí con el anciano, Eelin. Iremos a ayudar a tu pueblo — Zoro hizo un gesto a los demás para que le siguieran y se encaminaron colina abajo. Entonces se percató que Yastar también les estaba siguiendo —. ¿A dónde crees que vas, renacuajo? Tú quédate con tu madre, enano.


— ¿Cómo puedes decirme eso? ¡¡Es mi pueblo y quiero ayudar!!


— No ayudarás mucho estando muerto, pequeño — sentenció Zoro con seriedad —. Será mejor que ayudes a tu madre, ese hombre parece realmente débil. Esa es tu misión. Protégeles.

— De... de acuerdo.


A cada paso que daban, olían más a humo y pólvora. Podían oír el griterío que reinaba en aquel lugar. Llegaron al pueblo y vieron como las llamas consumían parte de la bella y pacífica aldea. Una veintena de hombres aparecieron frente a ellos, este iba a ser un largo combate. Parecían piratas inexpertos, pero mantenían una serenidad que a Zoro le dio escalofríos. Eran seis contra veinte hombres armados y con ganas de pelea. El primero en atacar fue Zoro, desenvainó sus katanas y atacó sin piedad a varios contrincantes. Nami y Robin siguieron su ejemplo y comenzaron a pelear contra otro grupo de piratas. Sanji empezó a dar golpes a diestro y siniestro, el enemigo caía sin tregua bajo sus pies. Chopper atacó a varios piratas con una de sus increíbles transformaciones y Usopp afinó su puntería para acabar con otros cuantos. La lucha estaba ganada, el enemigo caía sin casi poner resistencia y esto desconcertó a Zoro, el cuál seguía embistiendo con sus katanas a cuanto se le ponía por delante. Entonces una horrible sensación cruzó su mente. Se había olvidado completamente de él, de su razón para vivir. Giró su rostro hacia el camino que llevaba al hogar de Eelin y tuvo un mal presentimiento. Al descuidarse de ese modo, uno de los piratas le atacó por la espalda, pudo girarse a tiempo de ser herido gravemente gracias al aviso de Chopper, pero la espada logró hacerle un rasguño en el antebrazo derecho. Zoro no sentía ningún dolor, solo podía pensar en su capitán, había dejado solo a Luffy y ese sentimiento le provocó un escalofrío recorrer toda su espina dorsal.


— ¡¡¡Maldita sea!!! — Zoro envainó las espadas y dio media vuelta — Un... un señuelo... ¡¡ES UNA TRAMPA!!


Sus compañeros se quedaron estáticos al escucharle. ¿A que se refería? No entendían nada, pero no iban a pedir explicaciones en un momento como ese, dejaron ir a Zoro mientras acababan con los molestos piratas.


**********

Aunque ya había anochecido, Luffy no conseguía conciliar el sueño, ¿cuándo volverían todos? Se sentía solo y ¿por qué engañarse? También bastante aburrido. Tras dar otra media vuelta sobre las sábanas blancas decidió que era mejor levantarse y buscar algo para comer. Tal vez de ese modo no volvería a pensar en Zoro. Pero se engañaba a sí mismo, ya intentó olvidarle en una ocasión, centrando ese sentimiento en la persona equivocada. ¿Por qué tenia que ser todo tan complicado? Suspiró cubriéndose el rostro con ambas manos, deseando que todo fuese más fácil. Se dirigió a la puerta del pequeño cuarto cuando sintió un movimiento tras él. Se giró pero no había nadie, entornó los ojos en la penumbra pero no veía ni oía nada fuera de lo normal. Tal vez sus sentidos le estaban jugando una mala pasada. Entonces lo oyó. Un pequeño silbido, débil pero inconfundible. Sintió un pequeño pinchazo y comenzó a picarle el cuello, alzó su mano y arrancó una pequeña aguja de allí. Empezaba a tambalearse intentando huir de la habitación, pero era demasiado tarde, sus piernas no le obedecían, sus manos ardían y sentía la boca reseca. No podía gritar y su vista comenzó a nublarse. Empezó a sentirse tan débil que apenas se mantenía en pie. Estaba perdiendo el conocimiento. Cayó de rodillas e intentó arrastrarse por todo el pasillo, pero apenas logró avanzar unos pocos metros y cayó de golpe al suelo.


Vio como el joven perdía lentamente sus fuerzas, no podía creer que todo resultase tan fácil. ¿Dónde se había metido el protector del pirata? Siempre permanecía a su lado y tras su advertencia, pensó que nunca más le dejaría solo. Pero ahí estaba, cumpliendo las ordenes de su maldito capitán y ni rastro del espadachín malhumorado. El moreno se acercó a Luffy asegurándose que estaba completamente inconsciente. Le miró por unos instantes sin reflejar sentimiento alguno. Hizo un gesto con la cabeza y aparecieron de entre las sombras varios hombres.


— Cargad con él, nos vamos — se encaminó hacia la salida seguido de sus hombres. Se mezclaron entre las sombras de la noche y desaparecieron sin dejar rastro.


**********


Nami abrió la puerta de golpe, todo estaba a oscuras y únicamente el leve fulgor de la luna bañaba aquel sombrío lugar. Tras la batalla en la costa, los cinco se dirigieron a la pequeña casa. No sabían que demonios le había pasado a Zoro durante la lucha contra los piratas, pero le vieron tan angustiado que sus peores sospechas amenazaron aparecer en su mente. Chopper dirigió su vista a las escaleras y fue Robin quien dio el primer paso encaminándose escaleras arriba. Los demás la siguieron. Se aproximaron a la habitación que compartían Zoro y el capitán, pero se detuvieron en el umbral de la puerta.


Pudieron contemplar desde allí el cuerpo arrodillado de Zoro, frente a una de las camas, completamente inmóvil. La poca luz que iluminaba la luna incidía en la habitación dándole a Zoro un aspecto espectral. Agarraba con fuerza las sábanas y mantenía la cabeza gacha. No podían verle el rostro. Sanji dio un par de pasos hacia él y entonces vio algo que le quitó el aliento. Sus ojos se ensancharon de golpe y dejó caer el cigarro que mantenía firme entre sus labios segundos antes. Las sábanas estaban cubiertas de sangre. Los demás siguieron a Sanji y pudieron ver la siniestra escena. Zoro seguía cabizbajo, amarrado a aquellas sábanas manchadas de sangre. No hacía falta preguntar de quién era, lo sabían perfectamente. Nami se llevó una mano a la boca, sus lágrimas luchaban por salir pero simplemente no podía dejarlas ir, debía ser fuerte por Zoro. Robin se acercó al espadachín y posó una mano sobre el fuerte hombro del joven. Éste se tensó de golpe, como si no hubiese reparado en sus compañeros hasta ahora. Relajó un poco su cuerpo, pero parecía tener la mente en otro lugar. Un lugar muy lejano.


El silencio era el dueño absoluto de la habitación, nadie se atrevía a hablar o siquiera moverse, como si eso fuese a solucionar algo. Entonces las manos de Zoro apresaron con mayor fuerza aquellas sábanas arrancándolas de golpe, luego las soltó sin más. Se miró las manos ahora cubiertas de sangre y levantó la mirada. Su rostro no reflejaba nada. Sólo sus ojos tenían un brillo extraño, Robin se fijó en ellos, parecían llenos de una rabia inmensa y de odio. También se percató que estaban un poco rojos, era evidente que había llorado. Pero al parecer nadie más se había dado cuenta de ello. El sonido de unos pasos apresurados rompió el silencio del lugar, apareciendo de golpe Eelin y Yastar bastante fatigados.


— ¡Chicos! — gritó Eelin, parecía muy agitada — ¡Hemos divisado un navío salir de la costa este! Esa zona siempre está deshabitada, algo no va bien...


Zoro no tuvo que oír nada más, se levantó de golpe y se dirigió a la salida. Los demás le siguieron escaleras abajo, pero Zoro antes de cruzar la puerta se paró en seco. Tras unos segundos de total silencio, giró su rostro y los miró fijamente. No hacían falta las palabras para advertirles que quería ir él solo. Abrió la puerta y salió de allí dispuesto a recuperar lo más valioso para él, su capitán. Ahora recordó aquella advertencia del hombre misterioso, "será mejor que protejas aquello que es importante para ti... antes de que sea demasiado tarde", se culpó por no haber estado cerca de él en cada momento pero ya no había solución, su corazón moría a cada segundo. Mil imágenes atormentaban su mente y ni siquiera sabía si Luffy seguía con vida. Sin poder evitarlo su alma caía en la oscuridad y era consumida por ella. El único problema es que ya era demasiado tarde.


**********

Continuará...

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